Crónica de Amilibia
Illa descubre los poderes curativos de la Moncloa
Si María Teresa Campos delega en su chófer para hacer declaraciones, no sé por qué el presi no podría delegar en el piloto de su Falcon las explicaciones a la Audiencia Nacional sobre sus viajes privados en medios públicos. El conocido neurólogo argentino Facundo Manes, a la hora de explicar qué influye en la toma de decisiones («Ser humanos», Paidós) escribe que «tomamos la mayoría de decisiones con el piloto automático». Como no puede (ni debe) enviar al piloto automático, lo más práctico es que declare el piloto humano. Eso sí, aclara el neurólogo que «seguimos sin saber qué es la conciencia» y que «todos mentimos, excepto los autistas, que no pueden; todos nos autoengañamos y nos creemos más guapos e inteligentes de lo que somos». No creo que Illa, el filósofo que luchó contra la pandemia reinterpretando la Teoría del Caos, se crea guapo ni Einstein, ni que citara a la reportera televisiva Thais Villas en su huerto barcelonés con la intención de llevarla al ídem. Contó el ex ministro de Sanidad a Thais cómo gestionó el estrés durante la pandemia: cuando llegaba a la Moncloa, corría tres cuartos de hora por los jardines. Podría pensarse que el esfuerzo también le servía para que Él lo encontrara siempre agotado, y así destacara su entrega y sacrificio. Pero no. Es que esas carreras también mejoraban su ciática. Las declaraciones de Salvadormuestran que correr por la Moncloa tiene propiedades curativas, y de ahí que todos los enfermos de poder peregrinen a ella tan esperanzados. También parece curar la depresión, porque como señala Manes «solo los depresivos son realistas». ¿Y quién quiere un realista en la Moncloa?
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