Opinión
La crónica de Amilibia: Aléjanos, Señor, de las malas compañías (Page)
Cuando leo las declaraciones de García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, pienso si no estaría más cómodo entre los peperos que con los suyos, los sociatas. Recientemente ha confesado: «Si seguimos con las mismas compañías, el PSOE sufrirá castigo». Imagino que cuando habla de compañías, se refiere a las malas compañías, aquellas que los curas de mi infancia aconsejaban evitar siempre y en todo lugar para no caer en pecado mortal. Mi viejo confesor, jesuita, me susurraba: «Hijo, evita las malas compañías, pero tampoco te fíes mucho de las buenas». Nunca supe si se refería las chicas buenas (las más apetecibles y asequibles) o a sus colegas del Opus que acechaban a los alumnos más brillantes para llevarlos a su redil.
Después de caerse del caballo camino de Damasco, Pablo de Tarso se hartó de escribir a los Corintios por sus abusos en el culto y su mala conducta sexual, recordándoles en una de sus epístolas más conocidas que «las malas compañías corrompen las buenas costumbres». Sabedor de esto, García-Page, que a veces parece tener poco de paje, dice que el PSOE (esto es, el sanchismo o el pedrismo) sufrirá castigo, y parece decirlo como un irritado Dios bíblico que no encontrara en la Sodoma y Gomorra de la Moncloa ni un solo justo al que salvar. «Castigo de Dios, castigo de Dios, es la crucecita que llevas a cuestas María de la O», que cantaba Marifé de Triana.
Esa es precisamente la crucecita del barón manchego: aposentado en el trono de su comunidad, es incapaz de abandonar la mala compañía en que se ha convertido su señorito de tanto andar mal acompañado. Al final, como en los conciertos de Rosalía, cuando Él grita «moto», todos responden «mami». O sea, que le compran la moto.
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