Asia

Filipinas

Una Preysler en el Vaticano

Mercedes Arrastia Tuasón, tía de la mujer de Miguel Boyer, es la embajadora de Filipinas ante la Santa Sede. Su historia está ligada a la de la Iglesia, pero la verdadera conversión la experimentó tras la muerte de su marido. «Me gustaría que Tamara Falcó viniera a conocer al Papa Francisco», afirma en exclusiva para LA RAZÓN

Una Preysler en el Vaticano
Una Preysler en el Vaticanolarazon

Mercedes Arrastia Tuasón, tía de la mujer de Miguel Boyer, es la embajadora de Filipinas ante la Santa Sede.

María Mercedes Reinares y Arrastia Tuasón es la tía de Isabel Preysler, pero es mucho más que eso. Nacida en Pampanga, Filipinas, hace 84 años, «Mercy», como todo el mundo que la conoce la llama con cariño pero con respeto, es diplomática y embajadora de su país ante el Vaticano –con jurisdicción concurrente sobre la Orden Soberana y Militar de Malta, que la nombró dama magistral en 2003–, una tarea especialmente importante en su país. «Ni en mis mejores sueños lo habría imaginado», comentó en 2009, cuando estaba a punto de presentar sus credenciales a Benedicto XVI en Castel Gandolfo, el palacio de verano del Papa. Pero ni la importancia de su cargo ni su cercanía al Santo Padre han eliminado de su carácter la amabilidad, la simpatía y la humildad que siempre la han caracterizado: «Imagínese, en el ocaso de mis años, ser honrada con una posición tan distinguida», declaraba anonadada ante su nuevo nombramiento.

Tocada por Dios

Han pasado cinco años desde su primer encuentro con el Papa, y Tuasón no ha dejado de luchar por acercar posturas entre Filipinas y el Vaticano. Y es que la historia personal de la hermana de Beatriz Arrastia, la madre de Isabel Preysler, corre paralela a la de la Iglesia Católica. En su país natal es conocida por su devoción al Santo Rosario y sus papeles en muchas organizaciones de caridad, especialmente en Cruz Roja. Pero cuando su marido, José Ramón «Boy» del Rosario Tuasón, murió en un accidente de avión en 1969, sólo encontró consuelo en la Iglesia. A través de su obra caritativa tuvo un encuentro personal con Dios que, en sus propias palabras, le cambió la vida; una vida que suponía, en aquel momento, criar sola a sus siete hijos, José, Ramón, Iñaki, Rossana, Karen, Paolo y Jingy, algo que consiguió con la ayuda de su familia y con el apoyo de la fe. Hoy, Mercedes Arrastia Tuasón es una persona llena de vida y sabiduría que ha sido distinguida con diferentes premios y medallas por sus obras de caridad; lidera su propia fundación, Tuasón Community Center Foundation, y reside en el Vaticano, desde donde continúa su labor diplomática.

–¿Desde cuándo es usted embajadora de Filipinas ante la Santa Sede?

–Presenté mis credenciales al Papa Benedicto XVI el 2 de octubre de 2009, por lo que éste es mi quinto año.

–¿Cómo surgió esa oportunidad?

–Me lo pidió la que entonces era presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo. Al ser el mío un cargo político, mi duración en el puesto estaba ligada al de la presidenta, pero cuando Benigno S. Aquino III fue elegido en 2010, mi mandato como embajadora fue ampliado.

–¿Cuál es su tarea principal?

–Soy la representante del presidente de Filipinas ante la Santa Sede.

–Filipinas es uno de los países predominantemente católicos en Asia, con una minoría musulmana. ¿Cómo son las relaciones entre las dos religiones? ¿Existe el diálogo, hay iniciativas comunes?

–Musulmanes y cristianos conviven en armonía en muchos lugares. Trabajan y viven juntos creando una única comunidad donde cada uno respeta la religión del otro. Por supuesto que en otras áreas hay conflictos, pero en Filipinas el diálogo interreligioso está en curso. Esperamos que el cardenal recién elegido, Orlando Quevedo, mejore las relaciones.

–En una reciente declaración, los obispos de Filipinas hicieron un llamamiento contra la trata de personas. ¿Existe cooperación entre el Gobierno y la Iglesia para combatir este fenómeno creciente?

–Sí, la Iglesia y el Estado cooperan. Creemos que el comercio humano está causado por problemas socioeconómicos y elementos criminales que se alimentan de ellos.

–¿Qué medidas se están tomando?

–En la actualidad, el Gobierno está tratando de resolver los problemas a través de programas de reducción de la pobreza que incluyen educación, creación de empleo y mejora de los servicios sociales. El Gobierno también está aplicando medidas más estrictas de detección y control de la inmigración.

–¿Cuál es su opinión acerca del movimiento provida?

–Es algo bueno, muy bueno. Yo soy provida. Estaba tomando la píldora anticonceptiva cuando el Papa Pablo VI publicó la encíclica «Humanae Vitae». La leí e inmediatamente decidí dejar de tomarla. Mientras tanto, le pregunté a mi confesor en una reunión si era lícito seguir con el tratamiento anticonceptivo, y él me dijo: «Ven a verme al confesionario». Pero el tiempo pasó y él cayó enfermo. Entonces fui a visitarle al hospital y allí, por fin, me dijo: «Mercy, sí que puedes...». Antes de que pudiera añadir nada más, le corté: «Padre, es demasiado tarde. Estoy embarazada». Mi marido falleció cuando mi hijo pequeño, Paolo, tenía sólo 11 meses. Basta con decir que si no hubiera estado dentro de la Iglesia, no habría tenido a mi pequeño, quien hoy tiene, a su vez, cinco maravillosos hijos.

–¿Qué opina sobre las violaciones actuales de la dignidad humana y la desintegración de los valores?

–La Iglesia y las organizaciones no gubernamentales están ahondando en estos problemas. El trabajo pastoral es vital para inculcar con éxito la importancia de los valores. Afortunadamente, pero también desafortunadamente, los medios de comunicación social han provocado que todo esté sucediendo a un ritmo muy rápido. La Virgen nos ha pedido precisamente que recemos para que seamos preservados de la corrupción, el desastre y la guerra.

–¿Qué impresión le merece el Papa Francisco?

–Este Papa es una persona sencilla y muy humilde. En una audiencia privada con un grupo de filipinos, afirmó: «Me gusta la manera en la que vosotros, los filipinos, cuidáis de vuestros mayores. Los mantenéis en vuestros hogares y los cuidáis vosotros mismos. Los llamáis "lolo"(que procede del término español "abuelo")». Alguien en el grupo le contestó: «En Filipinas llamamos a los Franciscos, Kikos». Él se rió y dijo: «Entonces yo soy Lolo Kiko». Desde entonces y hasta ahora, para nosotros es Lolo Kiko. Estamos deseando que nos visite en Filipinas.

–¿Mantiene contacto con su sobrina, Isabel Preysler?

–Sí, hablamos a menudo.

–¿Le gustaría que su hija, Tamara Falcó, fuera a verlos a usted y al Papa?

–Sin duda me encantaría, pero dada la apretada agenda de Francisco, no veo que esto vaya a ocurrir, o no al menos en un futuro inmediato.

–¿Conoce la historia de conversión de su sobrina Tamara?

–Naturalmente. Tamara está muy cerca de su abuela, mi hermana Beatriz, que es una persona muy devota y religiosa. Eso debe de haber dejado huella en ella. Además, Isabel es una hija amorosa y cariñosa, también muy cercana a su madre, y Tamara ve todo esto.

–Usted ha estado siempre cerca de la Iglesia pero, en su caso, ¿cómo se produjo su encuentro personal con Dios?

–Cuando mi marido murió encontré consuelo en ayudar a los demás y, en ese proceso, encontré también a Dios.

El gen de la elegancia

Hay muchas cosas que Isabel Preysler no ha heredado de su tía, Mercedes Arrastia Tuasón, pero la elegancia no es una de ellas. Aunque la «reina de corazones» todavía no ha abrazado la fe que fascina a su hija Tamara Falcó, sí que guarda parecido con su tía en lo que a diplomacia, educación y buenas maneras se refiere. Y el parecido físico entre ambas es evidente: belleza asiática, un cutis envidiable, porte de gran dama, elegancia en el vestir y en el hablar y una figura esbelta. Y aunque Tuasón, por su cargo en el Vaticano, no acude a las grandes fiestas en las que Preysler es invitada de honor, su estilo no pierde un ápice de clase sin dejar de ser correcto y adecuado para la función que realiza.