Historia

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Caporetto 1917: el Ejército italiano frente al desastre

Esta contienda olvidada fue una de las más decisivas y relevantes del frente italo-austrohúngaro en la I Guerra Mundial

Ilustración de Erwin Rommel y tropas del Batallón de Wurtemberg en Caporetto. ©Pablo Outeiral/Desperta Ferro Ediciones
Ilustración de Erwin Rommel y tropas del Batallón de Wurtemberg en Caporetto. ©Pablo Outeiral/Desperta Ferro Ediciones larazon

Había llovido durante los días anteriores y seguía haciéndolo cuando, a las 2.00 horas de la madrugada la artillería austrohúngara iluminó los valles y laderas de los Alpes julianos con el fogonazo de sus piezas de artillería. Primero dispararon proyectiles con gas contra las baterías italianas, que contestaron débilmente hasta que el arma insidiosa acabó con los soldados que las servían; y luego, a las 6.30, tras una pausa de dos horas, los artilleros del emperador Carlos I y sus aliados alemanes atacaron con metralla y explosivos las trincheras y los refugios en los que se protegían los soldados del Segundo Ejército italiano.

Uno de ellos se llamaba Carlo Emilio Gadda, teniente en el 5.º Regimiento de alpini –tropas de montaña de élite–, que aquel día se hallaba en lo alto de un pico con un destacamento de treinta hombres. Durante la jornada anterior había podido ver las posiciones de la brigada que, delante de su reducto, se desplegaba en primera línea, pero aquella madrugada, nada. Tras el bombardeo se hizo el silencio. ¿Habrían resistido sus compañeros? ¿Habrían combatido al menos?

Rodeando a los alpini

La de Caporetto [Kobarid, Eslovenia] fue la batalla más importante del frente italo-austrohúngaro, uno de los escenarios olvidados de la Primera Guerra Mundial. En los poco más de dos años que siguieron a su entrada en la contienda, los italianos habían conseguido capturar el valle del río Isonzo [Soca, Eslovenia], la localidad de Gorizia, media meseta del Carso y algunas crestas en los Alpes julianos, pero para ello habían necesitado once sangrientas ofensivas, conocidas como las once batallas del Isonzo.

Todo cambió el 24 de octubre de 1917 cuando, apoyados por un contingente de siete divisiones alemanas, los austrohúngaros desencadenaron un ataque que no tenía, a priori, más objetivo que recuperar la frontera. Sin embargo, el frente enemigo se quebró enseguida. Mientras por el norte la 22.ª División de Fusileros austriaca se adentraba hacia el oeste por Zaga desde Bovec, la 12.ª División alemana recorrió el valle del río Isonzo desde el sur, aislando por completo a los defensores italianos sobre los macizos montañosos de su orilla este. Apenas habían pasado veinticuatro horas desde el inicio del ataque cuando los jefes militares de las Potencias Centrales comprendieron que se podía ir mucho más allá de lo previsto. Primero sería la línea del río Tagliamento, pero la ofensiva no perdería su impulso hasta el río Piave, justo al norte de Venecia.

Mientras se hundían una tras otra las posiciones italianas, el teniente Gadda siguió en lo alto de su pico rocoso a la espera de información, órdenes, lo que fuera. Finalmente habían abierto fuego las ametralladoras propias, pero en medio de la niebla no se había atrevido a ordenar que abrieran fuego los tiradores de su destacamento por miedo a alcanzar a sus propios compañeros. Mientras las sombras difusas –amigos en retirada o enemigos infiltrándose– deambulaban cerca de su olvidada posición como fantasmas, Gadda y los suyos esperaron. A media tarde el tiroteo se extendió hasta el valle del río, desde donde también ascendió hasta ellos el ruido de las explosiones. Los alpini se dieron cuenta de inmediato de que estaban rodeados.

Habían abierto fuego por fin y apenas les quedaba munición cuando, a las 3.00 horas del 25 de octubre llegó la ansiada orden de retirada, pero para entonces el enemigo ya había tomado Caporetto y ascendía las montañas hacia el oeste. Gadda trató de dirigir la retirada de los hombres bajo su mando, que gracias a la llegada de refugiados de otras posiciones ascendía a un centenar, pero al final, como otros muchos miles de compañeros, incapaces de cruzar el río, acabaron rindiéndose.

El «desastre» de Caporetto, nombre que recibió esta acción después de la guerra (inicialmente conocida como ofensiva Isonzo-Piave) provocó la sustitución del general Cadorna, comandante en jefe italiano, por el general Diaz, y llevó a la caída del Gobierno. Durante la retirada se perdió casi por completo el Segundo Ejército y sesenta mil hombres fueron capturados en la bolsa de Codroipo. Todo ello ha llevado a un intenso debate en la historiografía italiana, que todavía a día de hoy discute si se trató de una sconfitta, pérdida parcial y no definitiva; o de una disfatta, derrumbe incontrolado y total, irreversible.

«La mattina del cinque d’agosto / si muovevan le truppe italiane / per Gorizia, le terre lontane / e dolente ognun si partì […]» Así inicia sus compases una canción antibelicista nacida en torno al frente del Isonzo, que fue escenario de uno de los odios más tenaces de la Primera Guerra Mundial. Aunque ambos eran miembros de la Triple Alianza de preguerra, Italia tenía demasiadas cuentas pendientes con el Imperio austrohúngaro, sobre todo en torno a la cuestión de los territorios irredentos, aquellos que, tras la unificación y la expulsión de la Monarquía Dual de la península, aún quedaban por conquistar, fundamentalmente el Trentino, Trieste y algunas zonas de la costa dálmata. «Son cabezas de buitre que vomitan la carne de sus víctimas», escribiría uno de los líderes del irredentismo, el poeta d’Annunzio, sobre el águila bicéfala austrohúngara. Así, Italia no solo se negó a apoyar a sus aliados al estallar la contienda, sino que acabó por entrar en guerra del lado de la Entente en mayo de 1915 con la intención de recuperar los territorios irredentos. Para ello, su plan era lanzar una gran ofensiva que llevara a conquistar Gorizia, «maledetta» según la canción, y Trieste, para luego penetrar por la llamada brecha de Liubliana y alcanzar Viena, una ruta que habían tomado muchos ejércitos invasores pero que el italiano no fue capaz de seguir.

Para saber más

«Caporetto 1917»

Desperta Ferro Ediciones, Nº 37,

68 páginas, 7 €