Historia

España

Reforma histórica por José María Marco

La Razón
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Los estudiantes españoles salen de la enseñanza media con una visión curiosa de su país y de su historia. Después de una etapa de intolerancia racial y religiosa, que corresponde más o menos a la Reconquista, los españoles nos embarcamos en una empresa imperial ruinosa que nos condujo a una crisis que a su vez abarca el siglo XVI y el siguiente. El siglo XVIII se caracteriza por el absolutismo borbónico y el fracaso de las reformas. El XIX, por los repuntes violentos de conservadurismo, que acaban paralizando cualquier progreso durante la Restauración, modelo de régimen oscurantista, caciquil y retrógrado. La Segunda República intentó sacar a España de su atraso, pero las fuerzas del Mal volvieron a salirse con la suya…

En vista de todo eso, resulta difícil entender por qué España es uno de los países más ricos y desarrollados del mundo, por qué la democracia liberal se consolidó gracias a una Transición modélica y por qué la Monarquía parlamentaria ha contribuido a estabilizar un país abierto y acogedor desde hace casi cuarenta años. La crisis económica ha dado nuevas fuerzas a esta historia catastrófica, siendo así que la crisis ha contribuido a aclarar que España es un país sujeto a las mismas exigencias y las mismas necesidades que el resto de los países europeos de su tamaño. Con sus particularidades propias, claro está, pero sin aislamientos, sin excepcionalismos y, además, con la misma vocación y capacidad de liderazgo, llegado el momento, que cualquier otro.

No estaría de más impulsar una reforma de los contenidos educativos relacionados con la historia y la cultura de nuestro país. Las circunstancias invitan a dejarse llevar por las delicias de la autoflagelación y el masoquismo, una tentación irresistible para las élites españolas desde finales del siglo XIX. Eso no contribuirá a que salgamos de la crisis. La actitud no corresponde a la realidad española actual ni a lo que los españoles hemos hecho juntos en nuestra historia.
Así que en vez de seguir contando a nuestros jóvenes que son el fruto de un error, de una frustración monumental, tal vez se podría ir pensando en contarles que el país en el que han nacido –de padres españoles o venidos de fuera– ha sido de los grandes protagonistas de la historia del mundo. En vez de hablarles del fracaso, se podría explicar lo que hemos hecho de bueno, e incluso de ejemplar, y en vez de imbuirles de la convicción de que están condenados a repetir un desastre (a menos que voten a algún partido de izquierda, se entiende, porque ése es el corolario político de este asunto), se les podría decir que son el mejor resultado de un gran proyecto mantenido con constancia y empeño por muchas generaciones de compatriotas.