Ministerio de Justicia

Luz y taquígrafos por Pilar Ferrer

La Razón
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Un hombre de profundas creencias religiosas, como Carlos Dívar, conoce bien las estaciones del Vía Crucis. Tal vez por ello, desplegó una conducta numantina ante el acoso mediático y de sus propios compañeros. La figura del ya dimitido presidente del CGPJ y Tribunal Supremo invita a una profunda reflexión: los gastos de los cargos públicos, en concreto de los jueces que integran su máximo órgano de gobierno, han de ser transparentes. Los de unos, porque han incurrido en más excesos que Dívar, sin publicarse. Y otros, porque presos de una austeridad estricta, no deberían aceptar que se les juzgue a todos por igual. Resulta curioso que, una vez defenestrado Dívar, los consejeros se resistan a difundir sus costes, en ocasiones oscilantes entre lo público y lo privado. Al amparo de que solo lo harán si el Congreso se lo pide, ofrecen un espectáculo de tirar la piedra y esconder la mano. El gran promotor del acoso a Dívar, José Manuel Gómez Benítez, a quien sus compañeros de la Facultad de Derecho le definían como «el más rojo de la clase», es ahora el más reacio. También callan tanto quienes apoyaron como los que censuraron a Dívar. Aunque en privado, muchos piensan que el principal de sus instigadores deba salir por la misma puerta.
Hete aquí la cuestión. A Carlos Dívar le tocó soportar el calvario, pero es sabido que algunos de sus compañeros no actuaban de modo muy distinto. Él ha sido cabeza de turco y no tuvo reflejos para zanjar de raíz un tema que se le fue de las manos. A partir de su salida, son exigibles luz y taquígrafos para todos. Transparencia absoluta para los gastos de jueces y cargos institucionales. Sin subterfugios ni distinción.