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Si yo fuera

La Razón
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…presidenta del Gobierno –le digo a mi pequeña y sediciosa familia disfuncional–, otro gallo cantaría en «estepaís». («Jo, ¡pero si hablo como un taxista madrileño de los años ochenta!…», pienso, aunque me callo como una trabajadora del amor. ¿Será que ya le voy cogiendo el truquillo a esto de la política…?). «Conmigo cambiarían las cosas. Desde luego, sólo duraría cuatro años en el poder porque me iban a echar a escobazos, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio…», añado con un gesto propio de líder de la «clase laboriosa» que me hace parecerme un poco a I. P. Pavlov entrando en una barbería de barrio. Uno de los seres vivos de mi pequeña familia disfuncional me reconviene: «Sí, y ya me imagino la foto del cartel electoral: tú vestida como Lady Gaga, con un traje confeccionado a base de chuletones. ¡Que tiemble ZP!». Devuelvo una mirada adusta y continúo argumentando que, en este país, se ha ido perfilando una falsa democracia a lo largo de la Transición –Transición que todavía dura, pues recorremos exhaustos la travesía de las cumbres escurialenses de la Democracia, ese sistema que tan ajeno nos ha sido siempre–, una falsa democracia basada en la seducción de los tópicos ideológicos franquistas metamorfoseados en aparente modernidad, de lo superficial y de un ilusorio bienestar ilimitado procedente de un supuesto Estado Nodriza «deconstruido» cual cubo de Rubik, y por tanto inoperante. «Hay que refundar Españita, y yo me ofrezco para la tarea», concluyo muy poco humildemente, «necesitamos un sencillo algoritmo de resolución para que las piezas vuelvan a encajar en su sitio. No podemos consentir que Lituania nos supere en PIB. La ignorancia de nuestras autoridades cultiva el género heroico, como diría Hrotsvitha y, visto el panorama, cualquiera puede competir con ellas». «Si te figuras que hablar así eleva tu nivel social, lo llevas claro.Tu discurso está más visto que los agujeros de los oídos», me espeta la autora de mis días. «Perdona, pero yo creo que mis palabras son fundacionales. Sospecho que los gobernantes españoles, junto con Chuck Norris, son los únicos del planeta capaces de subir hacia abajo. Y yo, ahí, estoy segura de que me puedo hacer un hueco…». «Oye, ¡tú a mí no me hables así, que yo podría ser tu madre…!», dice mi madre. Y continúa la buena mujer: «¿Qué pretendes, tú?, ¿cambiar el mundo, cambiar España? ¡Venga ya…! ¡Que nosotros somos de pueblo, so mochuela…!».