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Lectores de vacaciones

La Razón
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Oficializado el verano por la bajada a los mares de la Virgen del Carmen, lanzar a la toalla y contra los cuerpos, fofos o musculados, pero hambrientos de estío, el Estatut y otras coplas del tedio es una impertinencia. Poniendo el lenguaje en bañador, el imperativo infantil a aplicar al articulista es «niño, deja ya de joder con la pelota», que ordenó Serrat. Uno se ve obligado a la reinvención, a descubrir otro mercado fuera de la agenda política que dispone los temas en la parrilla de los días y los calcina, los temas decimos, según el calendario de los cabezas de huevo de los partidos. Llegado el verano, nuestras noticias tan verdaderas también se van de vacaciones, dejando paso a la verdad desnuda que, como recordó el otro día Fidalgo, para el hombre «es sólo una narrativa de la realidad», una parte de ésta. Vicente Aleixandre, homosexual y descreído, lanzó a su hora una advertencia contra el ego de los que escriben (como se sabe hay escritores y luego están los demás, a granel, que sólo somos gente que escribe cosas). «Escribo –dijo Aleixandre– para los que me leen, pero sobre todo para los que no me leen». «Los que no me leen» crecen en estos días que es cuando celebramos nuestro verdadero fin de año. Los periódicos se quedan en el quiosco y este artículo va directo al desolladero porque usted tiene cosas más importantes que hacer que escarbar a la orilla del Estatut.