Europa

Viena

Dos años de gloria

Hoy, cuando la selección española se enfrente a Portugal, celebrará el segundo aniversario del triunfo en la Eurocopa de Austria y Suiza

La Razón
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«¿Qué es el tiquitaca?». La pregunta de un periodista austriaco en la zona de prensa del Prater de Viena era el anuncio de que España había triunfado antes de que comenzara la final. Era el triunfo de un estilo, de una manera de jugar y de sentir el fútbol. España, 44 años después, volvía a ser campeona de Europa. La noche del 29 de junio de 2008, cuando Iker Casillas levantó la Copa, se borraron todos los fantasmas que habían atacado a la selección española durante décadas.La alegría era de los futbolistas y de los aficionados. Luis Aragonés, el hombre que había atraído toda la atención durante la fase clasificatoria, se escondió para no ser protagonista en el momento de la euforia. Pero los jugadores fueron a buscarle y no pudo librarse del tradicional manteo al técnico ganador. Era el momento para los homenajes al técnico que había llevado a España al título de campeona de Europa y que abandonaba el cargo al llegar a Madrid. El momento de los homenajes también para los que se habían quedado en la orilla en ediciones anteriores. Por eso Palop llevaba la camiseta de Arconada, aquella que vestía cuando la falta lanzada por Platini se le escapó en la final de 1984. Tiempo para el recuerdo a los que se marcharon, como Antonio Puerta, presente en la camiseta de Sergio Ramos.España se había quitado de encima los complejos en el mismo momento en que Fernando Torres le ganó la carrera a Lahm para marcar el único tanto del encuentro. «¡Que se acabe ya!», reclamaban algunos en el palco. «A ti no te gusta el fútbol. ¿Tú has visto cómo juegan éstos? Que sigan», era la respuesta de Jorge Carretero, el portavoz de la Federación.«Ya no me queda nada más por cumplir. La alegría ha sido inmensa. Estaba ya cansado del sambenito de cuartos que muchos tendrán que callarse ahora porque lo hemos conseguido», decía Casillas después de recoger el trofeo.El grupo estaba unido como nunca antes había ocurrido con una selección de fútbol en España. El seleccionador había descartado a veteranos como Raúl, Salgado y Cañizares. A su alrededor sólo quedaban los fieles. «El entrenador es una persona muy importante dentro del grupo. Él nos ha marcado el camino, le hemos seguido y todos estamos con él. Ha habido momentos de muchas críticas, pero éstas nos han unido. Ahora estamos todos juntos. Todos los jugadores nos alegramos muchísimo por él de poder disputar la final de la Eurocopa y queremos ganar el título porque él se lo merece», decía Puyol antes del encuentro. Lo celebraron ellos y lo celebraron los miles de aficionados que se desplazaron hasta la final con viajes imposibles. En coche o en avión hasta aeropuertos cercanos porque el de Viena se había quedado pequeño para acoger a tanto español.La selección funcionaba como un equipo. Y Luis respetaba sus rutinas, que incluían un café con sus periodistas de confianza el día anterior a cada partido. Porque las supersticiones del técnico llegan a todas partes y hay tradiciones que son innegociables.Después del triunfo, los internacionales quisieron regresar a Neustift, aquel pueblo austriaco que durante un mes se nacionalizó español. Adaptó sus horarios para los acompañantes de la selección, para los familiares y para la prensa, que se sintieron en casa. Aquel fue el lugar donde nació la leyenda, aunque algunos, como Xavi, no terminaran de adaptarse al frío.