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«La vida de mi hijo está en manos de los hombres de Gadafi»

La Razón
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El misterio se ha tragado al «Asso 22», el remolcador italiano secuestrado el pasado domingo en el puerto de Trípoli por un grupo de militares libios. La nave y sus once tripulantes (ocho ciudadanos transalpinos, dos indios y un ucraniano) se encuentran navegando en zigzag en un punto indeterminado de las aguas de la zona occidental de Libia, después de las especulaciones del domingo que apuntaban a que el barco se dirigía a una plataforma petrolífera y que los secuestrados servirían de escudo humano.

El Gobierno de Silvio Berlusconi ha optado por el silencio y no ofrece apenas información de la situación. Sólo ha confirmado que no se ha recibido comunicación alguna de los secuestradores y que el «Asso 22» está siendo seguido a una distancia de seguridad por una patrullera de la Marina italiana. La negociación con el régimen de Muamar Gadafi para conseguir la liberación de la nave y de sus tripulantes ni siquiera está siendo llevada directamente por Italia, ya que hace días cerró su Embajada en Trípoli. Es ahora Turquía el país que representa sus intereses en Libia, por lo que el ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, ha solicitado a Ankara que trate con Gadafi.

Muchos italianos se preguntan ayer por qué Berlusconi no reverdece su cacareada sintonía con el dictador libio y le llama para que termine el secuestro del «Asso 22». La falta de información la sufren sobre todo los familiares de los tripulantes del remolcador. «Estamos preocupadísimos, nos sentimos abandonados», afirma Salvo Arena, padre de Antonino, primer oficial de la nave. «Sólo sé que la vida de mi hijo está en manos de los hombres de Gadafi. No he recibido noticias oficiales de nadie. Lo único que sabemos es a través de la televisión y de los periodistas que nos llaman», explica.

Falta de información

En una situación idéntica se encuentra la esposa de Salvatore Boscarino, jefe de máquinas del «Asso 22». Angustiada por la suerte de su marido y por la falta de información, no sale de casa por temor a perder la llamada de teléfono que le informe de cómo está la situación. Un portavoz del Augusta Offshore dijo ayer que «no tenemos muy claro dónde está ni adónde está yendo, pero, obviamente, el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano está intentando negociar la liberación del barco».