
España
El valor de un debate por Francisco Marhuenda

No era un debate fácil por muchas razones. El cardenal Antonio Cañizares y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero aceptaron sin dudar la propuesta de debatir sobre «El humanismo en el siglo XXI» en la escuela de verano que organizan conjuntamente LA RAZÓN y la Universidad Católica de Ávila. Era un encuentro complejo tanto por los temas a debatir como por la relevancia, tanto nacional como internacional, de ambos. Cañizares es una de las figuras más relevantes del gobierno de la Iglesia, como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, mientras que Zapatero ha sido presidente durante dos legislaturas y cuenta con una gran influencia en la izquierda fuera de nuestras fronteras. Una de las carencias de la vida pública española es, precisamente, la ausencia de debates en profundidad donde se contrasten ideas y busquen puntos de encuentro. Estamos demasiado acostumbrados a los debates políticos marcados por el corto plazo y los contendientes sólo buscan la victoria. El 19 de enero de 2004, dos intelectuales de prestigio internacional, el cardenal Ratzinger y el filósofo Jürgen Habermas, mantuvieron en la Academia Católica de Baviera un histórico diálogo en torno a los fundamentos morales del Estado. Habermas, un destacado partidario del laicismo, debatió con el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la razón y la religión. Fue el antecedente del «atrio de los gentiles», impulsado por Benedicto XVI, como un punto de encuentro para el diálogo donde aquellos que tienen opiniones distintas puedan debatir.
Estas iniciativas son enormemente positivas, aunque en ocasiones generen incomprensión entre aquellos que prefieren hacer oídos sordos al diálogo. Es triste que exista gente que prefiera encerrarse en la soberbia del pensamiento único. No hay nada más fructífero y enriquecedor que el diálogo. Benedicto XVI es un Papa extraordinario que rige la Iglesia en unos momentos en que era preciso contar con uno de los mayores teólogos de su historia. Su pontificado está dando frutos imperecederos y su popularidad, consecuencia de su enorme humanidad, explica la fuerza que tiene la Iglesia entre los creyentes y los no creyentes. El diálogo entre Cañizares y Zapatero buscaba trasladar a España ese «atrio de los gentiles» donde debatir sobre los valores del humanismo y los problemas que afronta el hombre en este complejo siglo XXI.
El debate generó unas enormes expectativas y fue seguido por más de dos mil personas que acudieron al centro de convenciones «lienzo norte» de Ávila para seguirlo en directo. Centenares de periodistas, no sólo españoles, recogieron el diálogo entre ambos y su futura publicación reflejará su trascendencia. El diálogo siempre es fructífero. Es un fin en si mismo, porque siempre sirve para resolver problemas y aportar soluciones. Zapatero y Cañizares demostraron que se pueden tener posiciones equidistantes pero también encontrar puntos de encuentro sobre esos grandes temas. En el debate se trató sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado coincidiendo en la importancia de la religión tanto ahora como en la construcción de identidad europea y española. Hubo un mensaje de optimismo sólido y muy fundado en el valor del hombre y la humanidad. La crisis económica es sobre todo una crisis de valores. Para salir de ella es necesario hacerlo desde el humanismo, buscando el bien y la verdad. El relativismo es un mal que ha afectado a las sociedades desarrolladas, por lo que es urgente recuperar los valores profundos que unen a los creyentes y a los no creyentes.
La importancia del diálogo fue el hilo conductor de un debate donde se trató en profundidad sobre la crisis, la juventud y sus problemas o el futuro de Europa, porque para salir de los problemas acuciantes necesitamos más Europa. Una Europa basada en el humanismo y no en el relativismo. En ese marco del dialogo salieron aspectos como la compleja dinámica entre los países desarrollados y los emergentes o entre las religiones. Fue una hora y media que supo a poco a pesar de la intensidad. Es el preámbulo de otros debates que se celebrarán en el futuro. El «atrio de los gentiles» debería ser un modo de intercambiar ideas que se extendiera a otros ámbitos e impregnara la sociedad española para hacernos más fuertes y respetuosos con las opiniones de los demás.
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