Crítica de cine

Gloria a Uribe por Alfonso Ussía

La Razón
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He dejado que pasen unos días para sosegar mi júbilo. No lo he domado del todo, pero ya puedo escribir sin sentirme influido por la exultación que la gran noticia me ha procurado. En el pequeño mundo, en el ombligo del ombligo del llamado cine español, no proliferan las simpatías hacia mi persona. Jamás he ocultado que la supuesta «excepción cultural» es una estafa. Que el cine lo tienen que financiar los productores, y que éstos, para no perder hasta la hijuela, deben esmerarse en las producciones que eligen. Que no es lógico ni decente que los centenares de millones de euros que se tiran a la alcantarilla todos los años para hacer un cine sin espectadores los paguemos los contribuyentes. Mejor dicho, esos millones de euros no van a las alcantarillas, sino a los bolsillos de todos los que viven a costa de los demás. Pero al fin puedo comentar una feliz noticia que atañe al llamado cine español. Y para que después no digan que sólo reacciono ante lo negativo y nunca cuando lo positivo se presenta, aquí estoy, dispuesto al elogio.

Cuando lo leí, días atrás, se me nublaron los ojos por las lágrimas. Lágrimas a punto de cauce, limpias, dulces y reconfortantes. Al fin se ha producido en España una película rompedora, original, alejada del tedio del monotema, de la falsa trascendencia y de la vulgaridad de los guiones. No quiero decir con esto que apoye las subvenciones. No, eso jamás. La originalidad de la película de marras no precisa de financiación pública, porque va a arrasar en taquilla. La gente estaba deseando que al fin alguien se atreviera a filmar una historia de tan especiales características. Y lo ha hecho el director Imanol Uribe, al que felicito muy ceremoniosamente.

Uribe, con enorme entereza y valentía, ha dirigido una película cuya trama y posterior desarrollo se ubican en la posguerra sevillana. Para que nadie dude de la grandeza de esta producción basta un dato. No hay maquis. Se ha presentado, creo, en el Festival de Málaga, que ya es festival. No la he visto – ahora se dice «visionado»–, pero estoy seguro de que Uribe no se ha dejado resignar por los tópicos y ha realizado una película arrojada y valiente. En aquella época los buenos lo pasaron fatal y los malos abusaron de los buenos. A Uribe –y espero que no me decepcione– se le atribuye una muy especial originalidad. Es decir, que alguien, al fin, ponga las cosas en su sitio, y que los sacerdotes, la Guardia Civil, los militares y los ciudadanos de derechas de aquellos tiempos reciban su merecido. Y que los comunistas, republicanos, socialistas, ateos y perdedores de la Guerra Civil, todos ellos buenísimos, se sientan reconfortados con la original historia narrada por el sorprendente realizador vasco. España necesitaba una película de la posguerra, porque nadie, hasta la fecha, se había atrevido a acometer tan áspera empresa.

Ahora tendremos que esperar los resultados económicos de la original película. Me llevaría una gran decepción si el público libre, el que paga en la taquilla –después de haber financiado la producción con su declaración de la renta–, diera la espalda a una realización tan cuidada y novedosa. Esa malvada Guardia Civil, esos pendencieros militares, esos sacerdotes vendidos al fascismo y esos burgueses vencedores no pueden seguir ajenos a la crítica constructiva e inteligente. Lo mismo que esa bondad irreprimible de los republicanos demandaba este acto de justicia. Por fin, al fin, definitivamente, alguien se ha atrevido en España a producir una película de la posguerra en la que los vencedores son los malos. Un puntazo, Uribe.