Estreno

Italia se pelea por el David de Miguel Ángel

Miguel Ángel era joven, quizá demasiado, cuando cinceló aquella escultura prodigiosa que nadie creía que fuera suya. Hastiado de las dudas sobre el talento, y haciendo gala de ese temperamento «terribilitá» que le perseguiría como una sombra enconada el resto de sus días, el escultor, –porque, sobre todo, él se consideraba escultor–, grabó como desagravio su nombre en la cinta pulida que atravesaba el pecho de la virgen: «Michael Angelus Bonarotus Florentinus faciebat» (Miguel Ángel la hizo). El artista deslumbró con una obra maestra sin comparación: «La piedad».

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Era finales del Quattrocento, una época de mecenas y dinastías familiares, y jamás repetiría una obra de semejante alarde, finura y complicación (únicamente hay que contemplar los delicados pliegues de la ropa, que se ajustan a la fisonomía de ella con la exactitud y la veracidad con la que se presupone caen los paños de los vestidos).

 

Sólo acometería una escultura de igual dificultad. Un David adolescente en la plenitud de sus fuerzas y con la mirada desafiante de los que conocen los riesgos y afrontan al enemigo. Una pieza estática con el movimiento implícito, aunque sin revelar, apresado en su cárcel de mármol. Debía ser el símbolo de la ciudad. Un encargo de la República de Florencia. Hoy puede verse en la Galería de la Academia, pero una disputa imprevista, una pelea de las que caracterizan los tiempos actuales se ha desencadenado a su alrededor sin previo aviso.


Por 400 florines
Ahora el Estado y Florencia andan a la gresca para ver a quien le pertenece en realidad. El alcalde de la ciudad, Matteo Renzi, ha alegado con la rotundidad de los que no dudan de la certeza que encierran sus palabras que «las cartas no son claras, son clarísimas. El "David"es nuestro». Las misivas a las que se refiere son las pruebas documentales que dos abogados del Ministerio de Bienes Culturales están examinando en la actualidad para dirimir cuanto antes la cuestión.

 

De hecho, en un informe, se señala que la Florencia actual no puede considerarse la heredera del Cinquecento, la que pagó a Miguel Ángel una factura de 400 florines en el año 1504. Pero como casi todas las discusiones, ésta tampoco se mueve en el plano simbólico y abstracto. Al fondo se mueven los intereses económicos. En esta ocasión una suma que está relacionada, nada menos, que con los ochos millones de euros que cada año ingresa la Galería de la Academia. De hecho, el «David» es la pieza fundamental.


Motivos económicos
El motivo de que tantas personas visiten esta institución. A pesar de algunas obras de Botticelli, y los llamados esclavos de Miguel Ángel, entre los que se encuentra el más famoso, «San Mateo», la obra responsable de esa suma es esta impresionante talla que, en principio, estaba destinada a la Piazza de la Signoria, el centro de la urbe, donde compartiría protagonismo con «El Perseo» de Cellini.

 

Estos motivos económicos son una vieja reivindicación de la alcaldía. Exige un porcentaje de los beneficios de la Academia. Se ampara en las alegaciones anteriores y en la masiva afluencia de turistas. El Estado italiano, sin embargo, rebate los argumentos expuestos y asegura que el «David» no pertenece a la ciudad. Es Patrimonio Nacional y forma parte de la herencia artística de los italianos. Un capítulo más de una antigua pelea que, más que sobre arte, gira alrededor del dinero.