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Enrique Loewe: «Un mileurista puede llevar una vida de lujo»

No busquen un gesto histriónico, una palabra más alta que otra ni un gesto altivo de Enrique Loewe. No lo encontrarán, ni aunque insistan en provocarle.

Enrique Loewe con el libro de poemas «Las Ollerías», de Joaquín Pérez Azaústre­
Enrique Loewe con el libro de poemas «Las Ollerías», de Joaquín Pérez Azaústre­larazon

Correcto en las formas, filósofo vitalista en el fondo, su apellido es algo más que el nombre de la firma de moda española de lujo con más proyección internacional. Es sinónimo de éxito, aunque él se quite méritos en esta cruzada. «Uno ni siquiera a veces sabe si lo ha alcanzado realmente. Muchas veces tampoco se quiere alcanzar. Nunca he buscado el éxito en sí mismo». Pero lo ha tocado.

–No le imagino descorbatado como el ministro Sebastián en el Congreso…
–Me pongo la corbata cuando creo que tengo que ponérmela. Como creo en la libertad y la democracia, y sobre todo veo la moda como una dictablanda y no como una dictadura, no hay mejor moda que ser uno mismo. No me preocupa tanto la polémica «corbata sí o no», como el tema de la vulgaridad, del deterioro del lenguaje… Hay una serie de normas que nos ayudan a hacer una convivencia más serena, pero nunca cayendo en la etiqueta rigurosa. Eso está pasando de moda.

–¿Estamos perdiendo las buenas maneras?
–Es un asunto de gran complejidad que no se puede juzgar en una foto. El progreso es siempre perder y ganar.

–El lujo, en la RAE, se define como «demasía en la pompa y en el adorno». ¿A favor o en contra?
–Ésa es una definición verdaderamente desafortunada y no corresponde con la realidad. Si le preguntas eso a quienes trabajan en este negocio, verdaderamente se sentirían molestos. El lujo hoy es refinamiento, sensibilidad, conocimiento… Todo eso no tiene que ver con una demasía. Si acaso, demasía en la formación, en la visión del mundo, en la cultura, pero no en la apariencia. Hoy el lujo es más tranquilo, tiene que ver con la vida. Se acabó el lujo como una ayuda para salirse de esa vida y ser lo que uno no es. Se trata de un concepto en revisión.

–Atrévase con una nueva definición.
–«Dícese de aquello que extrema la calidad en su proceso de fabricación». Me parece más fiel a la realidad. En el caso de Loewe este lujo proviene de lo artesano, de la creatividad...

–Las clientas de la alta costura de París se quejan, sin embargo, de que los grandes de la moda están claudicando ante la ostentación de Oriente.
–Estos clientes no piden que la araña –logotipo de Loewe– sea más grande o más pequeña, sino identificación, quieren que se les note que son la nueva «fluent society».

–¿China va a tomar el mando?
–Ya nos están dominando económicamente. No hay más que ver los dolores de cabeza que tienen los americanos para seguir siendo lo que eran. Tienen en sus manos el poder, el crecimiento, son una sociedad muy numerosa que puede ser a la vez un mercado de consumo fantástico.

– ¿Y Zara? ¿Les perjudica con su «low cost»?
–No hace ningún daño. Que sigan abriendo tiendas todos los días del año en cualquier lugar del mundo; hace un favor muy importante no sólo a España y a la moda, sino al comercio mundial en general.

–Pero algunas firmas «deluxe» han querido vetar a Zara para que no abrieran tienda a su lado…
–Ese proceso ya se ha invertido. El tráfico que atrae una tienda de este tipo beneficia a todos. Zara es un ejercicio hecho con una dignidad y visión de moda extraordinario. Me sentiría muy feliz de tener a Zara cerca de cualquier tienda de Loewe en el mundo.

–La Policía incautó en 2010 unos nueve millones de falsificaciones. Alguna habrá de Loewe...
–Sin ningún cinismo diré que ése es el precio de la notoriedad, es el precio del éxito. No me gustaría que esos millones de copias tuvieran que ver con nosotros, habrá unos poquitos miles… En cualquier caso es una mala práctica que sí hace daño.

–¿Nos puede la apariencia?
–¿A quién no le puede esa enfermedad? Claro que puede el deseo de querer aparentar.

–¿Sería capaz de distinguir un bolso amazona de Loewe auténtico de la imitación?
–A una distancia de 50 metros, quizá no. Sin embargo, a diez metros empezaría a notar ciertas cosas. En cuanto lo tocase, estaría muy seguro de percibir lo que estoy palpando.

–Recientemente se presentó el Círculo Español de Lujo Fortuny, del que es presidente de honor, para defender el sector. Con unos días de diferencia se presentó otra asociación de empresarios de lujo en nuestro país. ¿Hay sitio para tantos?
–El Círculo Fortuny no intenta hacer una promoción de ventas, que creo es a lo que está más volcada la otra entidad, sino prestigiar, filosofar y dar sentido al lujo en nuestra sociedad actual buscando raíces, cultura… Somos arrieros y en el camino nos encontramos.

–Demasiado lujo para este país...
–El lujo como yo lo entiendo, como una actitud y una aspiración para una vida mejor, seria, profunda, noble y cultural, nunca es suficiente.

–¿Se puede ser mileurista y llevar una vida de lujo?
–Seguro que sí. Probablemente mucho más fácil que siendo cincuentamileurista. Si uno está con las ideas claras en su vida y con una visión de lo que vale la pena, muchas actitudes constituyen un lujo en sí mismas. El lujo es personalidad, es algo que sale de dentro hacia afuera. No es ponerse cosas que brillen ni que valen mucho.

–Diagnóstico de la moda española.
–Estamos ante una enfermedad crónica.

–¿Qué hay que recetar para superarla?
–No soy yo el médico de las recetas, más bien sufro con ello. Después de haber probado con muchas medicinas, creo que tiene difícil tratamiento. Hay que aprender a salir de los eternos complejos de inferioridad que tenemos en este país, vivir más apasionadamente la modernidad, valorar las cosas bien hechas, no querer ir dando saltos… Estamos ante una tormenta perfecta.

–Presidente de la Fundación Loewe, que concede el prestigioso Premio Internacional de Poesía. Y eso que la prosa ha vencido al verso...
–Nunca ha pasado de moda. Es uno de los recursos espirituales más a mano, cercano y amable que tenemos los seres humanos.

–Pero el iPod a varios decibelios con rimas sí ha sustituido al libro…
–Creo que la poesía puede declinarse en otros mundos. No es sólo tiempo para leer un poema: puede ser una película, una imagen… La poesía subyace.

–¿Un eslogan del 15-M es poesía o publicidad?
–El 15-M lo veo con todo el respeto del mundo, pero creo que se ha «marquetinizado» y se están hiperpublicitando. Están cayendo en la enfermedad que combaten. A lo mejor no tienen otro procedimiento. Recuerdo un cartel que había cerca de mi casa que decía: «Ellos tienen el poder, nosotros tenemos la poesía». Si dejan la poesía a un lado, no van a llegar a ningún lado. Es muy difícil canalizar este movimiento.

–Ha asegurado en más de una ocasión que «la moda es un ejercicio de democracia». Si le escucha algún «indignado», a lo mejor se le echa encima si sabe que usted es cabeza visible de Loewe.
–Simplemente soy un ciudadano al que se me pregunta. No quiero ni nunca he buscado dar lecciones a nadie. Al revés, ellos me pueden decir mucho a mí.


Mi maleta del verano
Siempre con la moda a cuestas, Enrique Loewe es heredero del legado de aquel alemán que en 1846 creó un taller de marroquinería en el centro de Madrid, origen de una firma que hoy es referente en todo el planeta cuando se habla de estilo en materia de piel.

«La moda no son sólo cosas bien hechas y más o menos ponibles. La moda tiene cachitos de vida colgados de las entretelas. Los artistas y los diseñadores son gentes que de alguna manera anticipan el futuro y se adelantan a la propia nebulosa que vivimos. El que llegue a tener una capacidad de expresión de su momento, de las inquietudes de la sociedad se merece dar el salto a París». Y allí está Loewe.


Siempre me llevaría
Un libro de poesía
¿Por qué? Es presidente de la Fundación Loewe que convoca anualmente el Premio Internacional de Poesía Loewe, uno de los más prestigiosos del país.