Gobierno de España

Dimisiones

Camps, con su dimisión, ha cambiado el pie a todos. Especialmente al PSOE, al que deja desnudo de discurso 

La Razón
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Ni Rajoy ha planchado a Camps, ni Rajoy lo ha sacrificado, como publicaron el jueves algunos periódicos. Camps se ha sacrificado solo, como acertadamente tituló LA RAZÓN. Se ha cocido en la presión mediática y se ha ido porque no podía resistirlo más.
Miércoles, 13:30 horas. El aún presidente de la Generalitat Valenciana iba en su coche, camino del juzgado para pagar la multa y evitar sentarse en el banquillo, como le habían pedido desde Génova. Agobiado. Abatido. Y en éstas llamó por teléfono a su mujer:
-No puedo entrar al juzgado delante de todos esos periodistas, no puedo pasar como si fuera un zarrapastroso. Tienen rodeado el juzgado, no puedo, Isabel, no puedo...
-Paco, vente para casa, vamos a dejar esto de una vez...
Y así fue como, por miedo escénico, Camps improvisó su haraquiri, su dimisión a las 5 de la tarde. No más periodistas. Se acabó el circo. Ni siquiera iba a permitir que su dimisión se ofreciera en directo por televisión. Ni Rajoy, ni Trillo, ni Rita, ni Pons, ni Cospedal, ni Mato se lo podían creer. Repentinamente veían cómo el hombre, al que tantas veces le habían pedido infructuosamente que diera un paso atrás, esta vez daba, él solo, el paso adelante. Y despejaba el camino para que Rajoy pueda llegar sin obstáculos a La Moncloa. Pudiendo enarbolar la bandera contra la corrupción. Ahora serán los socialistas quienes tendrán que explicar por qué Rubalcaba ha tenido en su Ministerio tres acusados de colaborar con ETA y él no responde; por qué Chaves es ascendido tras el escándalo de su hija; por qué Griñán sigue presidiendo la Junta de Andalucía tras la jarana de los ERE; por qué hay un centenar de cargos públicos del partido socialista sin dimitir, acusados de prevaricación, delito electoral, cohecho, falsedad documental o injurias.
Sabido es que en España el verbo dimitir no se conjuga salvo honrosas excepciones. Frente a los muertos que nosotros paseamos bajo palio, fuera dimiten con naturalidad el primer ministro portugués, la ministra de Exteriores francesa, su homólogo japonés, el ministro de Defensa alemán, medio Gobierno de Brown, el jefe de la Policía de Cameron, el jefe de Seguridad Nacional de Obama. Pero aquí no dimite nadie. Tocamos a ministro por presidente. A González le dimitió Asunción, Pimentel a Aznar, y Bermejo a Zapatero. Los demás que se fueron lo hicieron por intereses políticos o personales. Ni siquiera dimitió Solbes, que iba renegando de su jefe en público.
Por infrecuente, Camps, con su dimisión, ha cogido a todos con el pie cambiado. Especialmente al PSOE, al que deja desnudo de discurso. La estrategia de los socialistas de adelantar elecciones para hacerlas coincidir con el presidente de la Generalitat sentado en el banquillo ya no podrá ser. Es más, Rubalcaba tendrá tarea para enarbolar, como pretende, el sermón de la regeneración política.