España

«No trabajo con mercancía sino con seres humanos»

El sábado celebró su noche grande en la Cartuja de Sevilla: la primera galería que inauguró cumplía 40 años. Y eso, en el mundo artístico, es mucho. Juana es una institución y una de las cuatro o cinco señoras del arte en España.

 
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Si no se la conoce se podría pensar que es una mujer pertrechada tras un barniz de carácter que pudiera ocultarlo todo... Pero cuando inicia la primera frase y te da el primer efusivo abrazo se desmonta cualquier prejuicio. Con su perenne cabellera burdeos, una considerable altura (que se hace más evidente cuando cambia para las fotos sus zapatillas Converse por los tacones), ataviada de negro impoluto, como para no interferir en la blancura de su galería, nos recibe el poderoso encanto de una referencia en el mundo del arte, que puede presumir de haber criado sola a sus hijas, haber puesto en marcha una galería en los setenta, la gran feria del arte contemporáneo en los ochenta, una Bienal en la Sevilla del nuevo milenio... Es: Juana de Arco, como la tildan cariñosamente. El sábado celebró el 40 aniversario de la apertura de su primera Galería en Sevilla, en un memorable acto en la Cartuja de Nuestra Señora de las Cuevas, rodeada de artistas y amigos.

-Una larga celebración para arropar estos 40 años: ¡Desde el mes de abril hasta julio del 2011!
-Realmente la celebración fue el sábado, lo demás es un programa de exposiciones que, efectivamente, durará un año y para el que he seleccionado a los artistas que más han significado tanto para mi carrera como a nivel personal. A algunos, como ahora a García-Alix y Campano, los he tenido que exponer de dos en dos, porque resumir 40 años era imposible.

-Empezó exponiendo a May Ray o Robert Rauschenberg y hoy muestra desde las performances de Tania Bruguera a las piezas políticas de Fernando Sánchez Castillo.
-Busco artistas que me emocionen y puedan emocionar. Soy ambiciosa y desde que abrí la galería, tuve claro que el arte es universal y que no podía tener fronteras. Dentro de todas las dificultades, pude hacer exposiciones internacionales. Sentía la responsabilidad de dar ese servicio: que el público viera lo que se hacía fuera.

-De los Gordillo o Chillida de antes, ahora se atreve con videoinstalaciones o «performances»...
-El arte es puro sentimiento que despierta emociones: rebeldía, amor, ternura, ira... Su lenguaje va dirigido al espíritu y al alma. No se entiende de arte, se siente. Y en cuanto a las performances, las hay maravillosas y los museos ya las compran.

-¿El riesgo está en el artista o en el galerista que acerca su obra al público?
-El riesgo lo corre el artista, cada vez que se enfrenta a una obra. Son como toreros, solos, en el centro de una plaza. Llevan una vida difícil, sufren cada día, porque cuando inician una obra, como decía Chillida, «van con la cabeza pegada a la oscuridad», abriendo camino... Los galeristas tenemos problemas, trabajo cotidiano, luces y sombras... ¡Pero nada comparado con el riesgo vital de ellos!

-¿Cómo decide una exposición: con la mirada, el intelecto o las tripas?
-Más que decidir exposiciones, yo represento a una serie de artistas, en exclusiva, y sigo sus creaciones hasta ver qué tienen un conjunto de obras, con entidad, dispuesto para ser presentado. Más complicado, si acaso, y ahí sí corro riesgos, es seleccionar a un nuevo artista, para introducirlo en el grupo que ya represento...

-¿Hay mucho esnob que hace que entiende de arte, como quien juega a saber de vinos o como los que se ríen en las películas de Woody Allen donde creen que va el chiste?

-No más que en otros ámbitos. Los artistas, clientes o galeristas, antes que tal cosa son seres humanos y hay esnobismo, como en todas partes, pero tampoco más.

-¿A quien le hubiera gustado representar y no ha podido?
-Nunca miro eso, porque con lo que tengo me sobra y me basta. Abarcar lo que cada uno tenemos es importante. Yo no trabajo con mercancía sino con seres humanos. Y un ser humano es inmenso. Promocionar a un artista es inconmensurable: puedes hacer tanto por él que nunca se te agota; nunca llegas a la conclusión de que no puedes hacer más. Lo que tengo ya me llena, me satisface y me tiene pletórica.

-Supongo que hay una relación muy especial entre ellos y usted.
-Especialísima. Con ellos, he aprendido todo lo que sé sobre arte y, ante todo, me han incitado a colocar adecuadamente la escala de valores que forma la vida misma. En algunos momentos tenemos una relación más íntima que con la propia familia. Y eso que en el momento creacional nadie, ni yo, les podemos apoyar. Ahí son seres solitarios.

-Antes de abrir la galería ya tenía historial organizativo. ¡Había hecho de todo!
-Fui presidenta de la Sociedad Protectora de Animales, organicé conciertos con María Dolores Pradera y Serrat y corridas de toros benéficas en la Maestranza, ¡siendo antitaurina! Pero antes de eso, me había involucrado en llevar ayuda a zonas chabolistas o a colaborar con el Ayuntamiento durante el gran desbordamiento del río Tamarguillo. He deseado ser una mujer protagonista de mi tiempo y no he querido dejar pasar nada... Nos tenemos que implicar más y reclamar menos a las instituciones... En dos palabras, tomar partido.

-¿Qué hace cuando no trata con cuadros ni artistas?
-¡Eso sucede muy pocas veces! (Risas) El arte implica todos los momentos de mi vida. Cuando tengo vacaciones, que siempre resultan cortas, sólo me apetece estar en casa, con mi familia y tranquila.

-El arte... ¿O tiene ideología o no lo es?
-¡Claro! El artista antes que nada es un ser humano... Con ideología, sentimientos, tendencias y preferencias. Sería impensable que su expresión artistística no fuera ideológica.

-¿Es el arte el último reducto de la resistencia?
-Es uno de ellos, sin ninguna duda, aunque existen otros muchos.

-Sálveme un cuadro no contemporáneo, de un hipotético incendio.
-Quizá el que más cerca tuviera... Aunque confieso que, para mí, el cuadro de los cuadros es «Las meninas», aunque es muy grande para cargar con él y salvarlo de un incendio. (Risas)

-La baronesa Thyssen podría ceder un año su colección, ante los bajos presupuestos del ministerio....
-Será estupendo porque es una gran colección. No olvidemos que es una mujer que ha ayudado mucho a nuestro país, para que la colección se quede.

-¿Cómo ve el futuro de ARCO?
-Magnífico y esperanzador, porque tanto el nuevo director Carlos Urroz, como el director general de Ifema están haciendo una labor encomiable. Ahora camina hacia delante y se ha normalizado su situación pues tenemos un gran comité organizador, tras el pequeño bache que pasó.

-Y que usted resolvió en lo que la prensa bautizó como «Juana cogió su fusil».
-(Sonríe). Bueno, vi que estaba tan mal y que había muchas cosas que enderezar. Entonces, amigos, clientes, coleccionistas y artistas me alentaron a entrar en el comité, pero, tras la dimisión de la directora, no lo hice... Piensa que ARCO es como un hijo mío y siempre estoy vigilando, si veo que las cosas se tuercen, procuro levantar la voz para que se enderecen... Sería triste que se viniera al traste después de 30 años de tanto trabajo y tanta ilusión.

-Es Caballero de la Orden de las Artes y las letras francesas... ¿Qué tratamiento recibe?
-Pues soy... «chevalier», ¿no?... (Risas).

-¿Hacia dónde va el arte?
-Eso no hay nadie que pueda pronosticarlo. Esa es la maravilla del arte... nos tiene que sorprender... ¿Quién hubiera podido pronosticar, a principios del siglo XX lo que la centuria entera nos dio? Además, no me gusta hacer adivinanzas. Me gusta dejarme llevar y que los artistas me sorprendan.

-Lo decía por si la crisis marca un punto de inflexión, como otros acontecimientos convulsos del pasado.

-Las crisis mundiales –guerras, crisis económicas, genocidios, etc...– repercuten en el arte, pero yo lo llamaría evolución. El hombre se está haciendo todavía, y no sabemos hacia dónde va. Ahora, seguro que se está fraguando una importante evolución pero repercutirá más la globalización –el nomadismo de los artistas, la diversidad de culturas, la interacción de lenguas– que la economía.