«El perfecto anfitrión»: Nadie conoce a nadie

Seguro. Seguro que más de un lector va a decir cuando lea el título de la presente crítica que esa sí que es una gran verdad. Bueno, no resulta tampoco de un mérito excesivo por parte de quien esto firma: se trata de una frase hecha, y, para colmo, tras ver el debut en el largo de Nick Tomnay, cualquier espectador le puede soltar la misma tan pancho al vecino de butaca, que ya mentalmente también la iba barruntando.

Que le pregunten, si no, a John Taylor, quien después de atracar un banco durante el arranque del filme, de aires levemente tarantinianos, por cierto, y con la Policía detrás de sus talones, consigue embaucar a un tipo amable y extraño para que lo acoja en su casa. No se conocen, pero el tal Warwick (un inquietante aunque en ocasiones sobreactuado David Hyde Pierce, famoso por la serie «Frasier»), dueño de un piso potente (quizá demasiado, cuando sepan a qué se dedica el buen hombre) guarda una horda de secretos debajo de la impecable camisa que luce para cenar con un grupo de amigos esa misma noche. Como buena ópera prima que se precie, «El perfecto anfitrión» posee algún que otro lastre (así, la inclusión de los abundantes «flash-back» no siempre encajan en el mejor momento y unas pretensiones de crítica social que finalmente terminan en nada), pero, con todo, resultaentretenida esta cinta de ambientación polanskiana (con las debidas distancias siempre), curiosa y bastante retorcidilla. Sin embargo, y he aquí un nuevo tópico al que echarle mano, hasta aquí podemos leer so pena de carganos la sorpresa final del guión. ¿O habrá varias?