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Incertidumbre en la UE por Michel Rocard

La Razón
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Por primera vez en 17 años (tras tres derrotas consecutivas), la izquierda regresa al Elíseo. La primera consecuencia es que se confirma un regreso a la estabilidad. Francia es el país más grande de Europa con semejantes dificultades para encontrar el equilibrio. La revolución de 1789 fue el comienzo de un largo período de profunda inestabilidad, en el que se sucedieron dos imperios, tres monarquías y cinco repúblicas.
La actual V República, que ya va por los 54 años, es el segundo régimen más duradero desde la Revolución Francesa. Se ha planteado crear la VI República, a fin de resolver inquietudes. Sin embargo, la alta participación en las urnas (80% en la primera vuelta y 81% en la segunda) no deja lugar a dudas: nuestro sistema es fuerte y los franceses lo tenemos en alta estima (...). Las dos experiencias recientes de la izquierda en el poder (diez años con Mitterrand y cinco con el primer ministro Lionel Jospin) la obligaron a reconciliarse con la realidad. La reputación internacional de Francia no sufrió ningún daño, y, en lo interno, el desempeño de la izquierda (especialmente en materia de desempleo) resiste bien la comparación con otros gobiernos. Así que no habrá pánico esta vez.
De hecho, lo que hay detrás de la victoria de Hollande no es un giro del electorado hacia la izquierda, sino el rechazo de los votantes a Nicolas Sarkozy. El resultado constituye una derrota sorprendente e histórica: a lo largo de la V República, tres presidentes en ejercicio (Charles de Gaulle, Mitterrand y Jacques Chirac) fueron reelegidos. El único que no lo consiguió fue Valéry Giscard d'Estaing, debilitado por la decadencia del gaullismo.
Pero el rechazo a Sarkozy es muy diferente: sobre todas las cosas, es una cuestión de estilo. Aún perdura entre los franceses cierto espíritu de realeza; nuestra Constitución tiene muchas características propias de una monarquía electiva. Sarkozy, con su exceso de familiaridad, su simplicidad y, ocasionalmente, su vulgaridad, menoscabó la dignidad de su sagrada función, y los votantes no se lo perdonaron. Además, en términos sustantivos, hay que destacar que las políticas impositivas de Sarkozy favorecieron a las clases altas. Eso dio lugar a que surgiera una potente mezcla de malestar social y económico, sobre todo dada la percepción de que la causa principal de la crisis que estalló en 2008 y que aún se cierne sobre nosotros fue el exceso de codicia de los financieros y banqueros. Hacía falta una corrección social y política, y la hubo, con una intensidad típica de Francia.
Pero las arcas del Estado están peligrosamente vacías, y Francia es ahora uno de los muchos países cuyo endeudamiento pone en riesgo la existencia de la eurozona. Por eso se la somete al discurso de la ortodoxia económica, que al insistir en que todas las deudas se deben pagar hasta el último centavo, no tiene en cuenta que el gasto público también es motor de crecimiento. La cuestión es ¿cuánto habrá que devolver en realidad? El debate se ha enardecido, con Alemania como exponente principal de la ortodoxia.
Mientras tanto, vemos cómo la austeridad hundió a Grecia, Portugal y, especialmente, a España e Italia en una profunda recesión. Tanto el presidente del Banco Central Europeo como el Fondo Monetario Internacional reconocen la gravedad del problema. Pero, ¿qué pasará si nos rehusamos a aceptar la postura de Alemania?
La victoria de Hollande, quien ha dicho que quiere «renegociar» el nuevo «pacto fiscal» de la Unión Europea respaldado por Alemania, influirá mucho en ese debate. Además, los socialistas no solamente han ganado la presidencia y el Gobierno, sino que también tienen la mayoría en el Senado, la totalidad de las presidencias regionales, 55% de los departamentos del país y la mayoría de los ayuntamientos de las grandes ciudades. En menos de dos meses, puede ser que también tengan la mayoría en la Asamblea Nacional, lo que implicaría una concentración de poder nunca antes vista en la historia moderna de Francia. Los socialistas podrán gobernar sin limitaciones, de modo que depende de ellos gobernar bien. Es esta incertidumbre la que sobrevuela el futuro de Francia, sino tal vez el de toda Europa.

Michel Rocard
Ex primer ministro de Francia y dirigente del Partido Socialista. Artículo traducido por Esteban Flamini