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Los Veintisiete estrechan el cerco a la tasa bancaria

Como repiten una y otra vez en los pasillos de la Comisión Europea o de la Eurocámara, Europa quiere evitar que el «mainstreet (la calle) vuelva a pagar los errores de Wall Street» en una futura crisis. Sin embargo, de puertas afuera los europeos no han encontrado demasiado apoyo en los países del G-20. Y de puertas adentro, las divergencias sobre cómo cargar a las instituciones financieras todavía son claras.

La Razón
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Los ministros de Finanzas de la UE tuvieron ayer una primera discusión sobre dos gravámenes para las instituciones financieras: un tasa para la banca y un impuesto para las transacciones financieras. Y el diablo está tan en los detalles que se muestra no sólo en los enrevesados documentos base que presentó la Comisión para la discusión, sino también en el propio lenguaje. La tasa bancaria no requiere la unanimidad de los Estados miembros por ser una tasa (levy, en inglés), mientras que la segunda, por ser un impuesto (tax, en inglés) sí que debe recibir el visto bueno de todos los socios, y es aquí donde choca con países como el Reino Unido, principal centro financiero del planeta y preocupado por una fuga de capitales.

Aunque hay una opinión favorable, aún existen diferencias sobre el destino de las recaudaciones, si se debe destinar para un fondo exclusivamente dedicado a las intervenciones y rescates a entidades financieras, como defienden Alemania y la Comisión, o si puede ir destinado a los presupuestos generales hasta que se requiera un rescate, como defiende Francia y también gusta a España.

Transacciones financieras

Respecto al impuesto sobre transacciones financieras, Europa maneja dos posibilidades: gravar las transacciones o el volumen de negocio de las actividades. El temor es que ello provoque la deslocalización y la huida de entidades fuera de Europa, ya que de momento no hay consenso mundial, al margen de que el impuesto se traslade al consumidor final. Según los cálculos de la Comisión, una tasa del 0,1% podría recaudar hasta 372.000 millones al año.


Los peligros de la nueva tasa
- La Comisión defiende unos principios que la tasa bancaria debe compartir en los Estados para no crear desequilibrios en el mercado interno, aunque pueda dejar después flexibilidad en su aplicación como quieren los países. El primer punto que defiende es trazar el impuesto en base a los pasivos de las instituciones en lugar de sus activos, excluyendo los depósitos garantizados por formar parte ya de los fondos de garantía de depósitos.

- Estados como Alemania, Francia, Suecia y Reino Unido ya han aprobado tasas similares o están en trámite. Se debe buscar una aproximación que no desequilibre el mapa financiero.
- El espectro para la tasa debería reflejar quién tiene la responsabilidad de la supervisión. Para evitar duplicidades en la imposición, los Estados impondrán la tasa en aquellas entidades que supervisan.

- Se debe calibrar su introducción para no dañar el crecimiento económico. Los bancos ya van a cargar con mayores requisitos de capital y liquidez. Por eso, la tasa no debe mermar los préstamos.

- Es posible una revisión de esta tasa para el futuro, dada su complementariedad con otros gravámenes como el impuesto sobre las transacciones financieras y otras normas.