Premios Goya

El cine necesita otro guión

La Razón
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Nuestro cine no tiene a su mejor aliado entre su público natural: los españoles. Según una encuesta de NC Report, un 45,2% de los encuestados, hace más de un año que no ha acudido al cine para ver una película española. Esto sucede, entre otras razones, porque un 54,2% considera que el cine español está politizado, mientras un 56,2% considera que es muy reiterativo o, dicho de otra forma, que aborda siempre los mismos temas mostrando una preocupante falta de creatividad. Los espectadores tampoco se muestran partidarios de que el Gobierno subvencione al cine, menos aún en tiempos de crisis. Un 51,7% es partidario de que se reduzcan estas ayudas y se destinen a otros cometidos, e incluso un 56,2% respaldaría otra alternativa: que las ayudas directas sean menores a cambio de beneficios fiscales. También creen que el cine español está sobredimensionado, ya que se ruedan demasiadas películas para su potencial mercado. Así, un 60,2% de los sondeados es partidario de rodar menos filmes pero con mayor presupuesto para competir con el cine extranjero. Con respecto a la gala de los Goya, que se celebra hoy, un 69,2% considera que no es el mejor escenario para reivindicar asuntos ajenos al cine. El desapego que los españoles sienten ante la cinematografía patria ha sido singularmente significativo el año pasado, cuando se perdieron 6,7 millones de espectadores con un 33% de caída de recaudación. Con frecuencia se dice que los directores hacen sus películas de espalda a los espectadores, y en la mayoría de los casos es verdad. Nuestros cineastas no tienen en su ADN el criterio de comercialidad –no sin subrayar que ésta nunca debe ser a cualquier precio– y parece que tampoco el de la calidad. En 2010 se estrenaron más de cien películas españolas y sólo 26 tienen candidaturas en los Premios Goya, que, supuestamente, distinguen lo mejor del año. Es evidente que las carencias pasan por una preocupante falta de creatividad y así no se puede ser competitivo. Otro importante escollo de nuestra cinematografía es que tiene un serio problema de imagen. Los españoles perciben que los directores, actores y actrices están muy politizados. De más está decir que tienen todo el derecho a ejercer su libertad de expresión, pero en algunos casos esos nombres y apellidos que están en las mentes de todos rezuman un sectarismo revanchista que resulta incómodo, cuando no hiriente para muchos espectadores, que también están en su derecho de no ir a ver películas protagonizadas o dirigidas por personas que directamente los están insultando. Lejos de lamentarse –es un imperativo que se deshagan de la imagen de quejicas que tienen– los cineastas deben ejercer la autocrítica sin más demora, aplicar la sensatez, aparcar el ego y admitir que la producción anual de películas no se ajusta al mercado y que muchas de ellas son prescindibles desde el punto de vista artístico. Falta riesgo, ambición y madurez y sobra una actitud acomodaticia a la espera de que papá Estado les dé una subvención para insistir en los errores que ponen en riesgo la supervivencia del cine español, un lujo que, a pesar de las críticas, no nos podemos permitir.