EPA

Más parados y más pobres

La Razón
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Horas después de que el Gobierno anunciara de madrugada un pacto social sobre la reforma de las pensiones, las cifras del paro dieron un baño de realismo a los gobernantes. Decíamos ayer en esta misma página que el acuerdo serviría de poco si el país no crea el trabajo suficiente, porque el futuro del sistema está condicionado por la creación de empleo. Y bajo esa premisa incuestionable, garantizar la sostenibilidad del sistema con el nivel de destrucción de puestos de trabajo conocido ayer parece una ecuación irresoluble. La Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2010 confirmó el grave deterioro del mercado de trabajo. El desempleo subió en 370.100 personas en 2010 respecto a 2009, un 8,5% más, situándose el número total de desempleados en 4.696.600 personas y la tasa de paro en el 20,33%, cifra que no se alcanzaba desde el segundo trimestre de 1997. Esos casi 4,7 millones son también un récord negativo. La cascada de estadísticas de la EPA describe la extrema debilidad de la economía española y la ausencia de resultados de una gestión gubernamental, aferrada a la retórica de unas reformas que no acaban de tocar tierra. La «línea de cierta recuperación» en el empleo, defendida ayer por el ministro de Trabajo con cierta osadía, no encaja con una evolución que ha deparado casi tres millones de parados más en los últimos cuatro años ni con un horizonte sin perspectiva de cambio de tendencia.
Por si fuera poco, estamos en un país con casi la mitad de las personas de menos de 25 años en paro. Es una realidad que amenaza a una generación que puede perderse entre la frustración y la autoexclusión. La resignación expresada esta semana por Zapatero ante el desempleo juvenil, cuando lo vinculó a un fenómeno estructural, fue la viva imagen de la impotencia de quien parece sentirse superado. La radiografía social del paro retrata a una sociedad cada vez más pobre y con mayores dificultades para sostener un nivel de vida vigoroso. La prosperidad de antaño se ha transformado hoy en necesidad y precariedad. Los hogares con todos sus miembros sin trabajo subieron en 2010 en 107.900, lo que supone un 8,8% más que en 2009, hasta situarse en 1.328.000. El paro de larga duración superó la barrera de los dos millones de personas, prácticamente la mitad del desempleo total en el país, lo que refleja el grado de desgaste de nuestro mercado laboral. La realidad es que no existen indicios de mejora, sino más bien todo lo contrario. España no crecerá lo suficiente para invertir la tendencia del desempleo, y el Gobierno lo sabe. Por eso, en la enésima rectificación, resucitó ayer la subvención para los parados de larga duración sin rentas, la misma que había enterrado hace unos días porque las arcas públicas estaban exhaustas. Un guiño a los sindicatos y otro a sus bases electorales que, sin embargo, constituyeron el reconocimiento de su resignación y su fracaso. El resultado de la política social del Gobierno, en complicidad con los sindicatos, es sobre todo esos 4,7 millones de parados y el drama de sus familias. Y contra esa realidad, no sirven ni piruetas ni demagogias.