Balance del Gobierno

Respetar el pacto fiscal

La Razón
La RazónLa Razón

El debut parlamentario de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, que había generado cierta ansiedad en la oposición, sirvió para certificar sin paños calientes ni eufemismos la gravedad de la crisis económica, que se puede resumir en esta confesión: en 2012 se seguirá destruyendo empleo. Rajoy prometió en su investidura decir la verdad de los hechos y ayer hizo honor a su palabra. Aquí podría terminar la valoración de la primera sesión de control de la Legislatura si no fuera porque el portavoz socialista, también debutante en su condición de secretario general del PSOE, amenazó con romper uno de los poquísimos consensos a los que llegaron Zapatero y Rajoy en los últimos ocho años, el del límite de déficit público fijado en la reciente reforma constitucional. Conviene recordar que Rubalcaba no vio con agrado ese pacto y que, meses antes, ya lo había rechazado con displicencia a propuesta del PP. Ayer, el líder socialista dio la impresión de que quería romper el acuerdo y de que está buscando cualquier excusa para desmarcarse de los compromisos adquiridos. Y eso desmentiría su discurso oficial de que el PSOE hará una oposición útil y responsable. Como es natural, Rajoy rechazó de plano que la Ley de Estabilidad Presupuestaria incumpla los términos del consenso constitucional al fijar para ayuntamientos y comunidades autónomas el objetivo de déficit cero, salvo en situaciones excepcionales. Y si hubiera disparidad de criterios en la evaluación, nada más sensato que sentarse a analizarlo y esclarecerlo, en vez de recurrir a la amenaza. El pacto por la estabilidad fiscal es valioso en sí mismo porque transmite fiabilidad ante Bruselas y ofrece a los socios europeos una imagen sólida de España. Rubalcaba es muy libre de persistir en el error, de abominar del ajuste fiscal y de impartir lecciones de economía cuyos resultados están a la vista de todos y que ayer fueron definidos por Rajoy con precisión de cirujano: «Es difícil imaginar un punto de partida peor».
Además, resulta sarcástico que quien disparó el déficit por encima del 11% en 2009 y colocó al país al borde de la intervención haga «casus belli» por cuatro décimas. Por eso, el veterano líder socialista debería medir con más tino sus órdagos y amenazas so pena de caer en la incongruencia o en la irrelevancia. No tiene sentido, por ejemplo, exigirle al Gobierno que presente los Presupuestos antes de las elecciones andaluzas cuando fue él, como vicepresidente de Zapatero y candidato del partido, el que cometió la irresponsabilidad de dejar en el aire las cuentas del Estado de 2012 por motivos electorales. Son tantos los errores, corruptelas y chapuzas que ha acumulado el PSOE a lo largo de sus ocho años de gobierno que le convendría a su nuevo secretario más pedagogía, que la tiene, y menos demagogia, que le sobra.