
Caso Nóos
Nobleza obliga por J A Gundín

Ni prejuzgo ni condeno. Pongo por delante la presunción de inocencia, que es el recinto sagrado al que, con todo derecho, se acoge el acusado. Pero el señor Iñaki Urdangarín nos debe una explicación. Si fuera un mero empresario, allá con sus negocios y sus cuitas fiscales. Si sólo fuera un ex deportista laureado con hambre de glorias más prosaicas, allá con su conciencia. Pero es el yerno del Jefe del Estado y, como tal, ha contraído obligaciones personales, sociales y éticas que el resto de los ciudadanos no tenemos. Así que por respeto a sí mismo, a su familia y a los mallorquines, de los que es duque en razón de matrimonio, debe aclarar públicamente el alcance y la naturaleza de sus negocios. Lo que pueda justificar, que lo haga cumplidamente; y lo que no, que lo apareje con la Ley. No se le pide que demuestre su inocencia, sino que defienda su dignidad. Ser yerno del Rey no debe beneficiarle, pero tampoco perjudicarle. Descargar sobre él la inquina o la animosidad antimonárquica es, además de injusto, una mezquindad en la que abreva ese republicanismo de taberna tan diestro en trasegar mala uva como abstemio es en ideas. Cierto, el marido de la Infanta Doña Cristina no tiene obligación legal de abrir la boca. No obstante, conviene recordar que el erario público sufraga las actividades del señor Urdangarín y familia relacionadas con la Casa Real. De ahí que el contribuyente tenga derecho a exigirle la observancia impecable de sus responsabilidades, empezando por las fiscales. Estoy seguro de que la mayoría de los españoles desea que su buen nombre quede limpio de toda mancha. Me temo, sin embargo, que esa misma mayoría terminará condenándole si no tiene la valentía de hablarle con luz y taquígrafos. Por respeto al Rey. Nobleza obliga.
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