Colombia

La boda de Chayo fue un baile cortesano por Jesús MARIÑAS

Se convirtió en un despropósito de claroscuros goyescos. El enlace de Chayo Mohedano fue una barbaridad estética y un servidor se pregunta: si se visten así para una ceremonia campestre, ¿qué se pondrían para un baile vienés o para ir a la ópera? Hojeo pasmado y busco detalles porque un enlace así da mucho caldo, incluso sin buscarlo: desde las aireadas relaciones del contrayente con Marlene Morreau hasta su amistad con María de Mora, la que pisa platós desmintiendo mediaciones.

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Los testimonios gráficos reflejan ese alarde de ampulosidades, trajes absurdos y tiros largos que resultaron inadecuados para el ambiente rural. La misma equivocación vemos en la abertura hasta el muslo de Nani Gaitán –aupada por su amorío con un Rafi Camino que tenía otras inquietudes románticas– que en la falda larga hasta los pies de Raquel Bollo, hoy relanzada gracias a los lloros que dejó caer por Chiquetete en «La caja» de Telecinco. Además, vestida de rosa con lazos por todos lados, la sevillana parecía un huevo de Pascua en ciernes.

Bajo una tela de araña se dejó ver Gloria Mohedano, la que fue hermana pequeña de Rocío Jurado y que hoy parece más gobernadora que gobernante en el feudo campestre de Yerbabuena. Creada para el amor entre Ortega Cano y «La más grande», a la finca no le falta «de ná»: desde una carpa para 600 comensales hasta un salón con forma de piano de cola, otra monstruosidad levantada con el afán de sorprender a los contrayentes. En su día, Espartaco vendió la propiedad a Ortega cuando no tenía mucha agua; sin embargo, el cartagenero supo mejorarla transformándola primero en refugio para compartir con Rocío y hoy como hogar para él y sus dos hijos traídos de Colombia.

Entre los invitados a la boda también estaba Rocío Carrasco, que, aunque dicen que se pasó ennegreciéndose los ojos, a mí me pareció la que mejor coordinó vestido y maquillaje con ese «look» de flamenca antigua. María Jiménez impactó con melena semirecogida en un moñazo alborotado y la Campos con sus enormes lazos en los zapatos. Pero si algo escaseó en tanto rebose y despiste indumentario fueron caras de auténtica importancia social. Faltaron precavidas a una gala que sólo fue oropel nupcial. Aquí, las apariencias no engañan.