Cine

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Viviendo de las rentas por Sergi SÁNCHEZ

La Razón
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¿Por qué el cine español ha perdido casi siete millones de espectadores en un año? Lo más sencillo es culpar a las descargas ilegales, buscar pistas en el espacio doméstico que ha sustituido la experiencia colectiva de la sala por la experiencia familiar del salón, y ponerse demográfico para comprobar la falta de correspondencia entre el producto y el público potencial al que va dirigido. Eso, decíamos, sería lo más sencillo, pero lo más honesto es confesar lo inconfesable: que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Es decir, en cursos anteriores el cine español ha salvado el pellejo por los pelos porque el éxito sorpresa («El orfanato» o, en 2009, «Celda 211») de una película o el éxito programado de otra («Ágora») cuadraba el debe y el haber en la balanza de pagos. Pero estábamos viviendo de rentas, de la suerte atolondrada del que no sabe nada de nada pero sonríe cuando le preguntan a qué se dedica.
«Exploitation»
No se trata de que la cosecha del 2010 haya sido mala –de hecho, no lo ha sido en absoluto–, el problema reside en que ninguna película cumplía su cometido como tabla de salvación. Sin ese caballo ganador los filmes de presupuesto medio que orbitarían a su alrededor se ven obligados a dar la cara y a asumir toda la responsabilidad en taquilla. No pueden, porque para ellos un millón de euros de recaudación sería todo un éxito, pero con eso no se llega muy lejos. Para que la taquilla de esas películas tuviera la oportunidad de dar lo mejor de sí misma necesitaría un modelo de exhibición, que ha quedado finiquitado por los usos y costumbres de las «majors» norteamericanas. Una película, sea española o no, tiene que dar dinero el primer fin de semana; si no, adiós muy buenas.
Probablemente eso tenga sentido en un mercado tan grande como el yanqui, pero no salen los números en uno tan pequeño como el español. Habría que revisar los canales de distribución y exhibición, confiar más en el rendimiento a largo plazo de películas modestas que puedan obtener máximos beneficios si se mantienen en cartel: pero eso supondría vérselas con el intocable Hollywood, y quién es el listo que se atreve a poner una pica en Flandes.
El 2010 ha sido un año de películas «exploitation», o lo que es lo mismo, remixes de originales que habían funcionado en taquilla, réplicas clonadas que aspiraban a repetir éxito. Le ocurrió a «Lope» (respecto a «Alatriste») y a «Los ojos de Julia» (respecto a «El orfanato»). Los resultados comerciales fueron buenos, pero quizás estuvieron por debajo de lo esperado. Es como si el cine español, inseguro de sus posibilidades, se hubiera volcado en la resurrección de una misma fórmula que va perdiendo color con el paso de los años. Hay que leer el brutal descenso de espectadores respecto del 2009 como un severo toque de atención a esa tendencia: el público espera un poquito más de los productos autóctonos.