Estreno teatral

«Woyzeck»: Experimento extraviado

Autor: Georg Büchner. Versión: Juan Mayorga. Director: Gerardo Vera. Reparto: Javier Gutiérrez, Lucía Quintana, Jesús Noguero, Helio Pedregal, Markos Marín, Marina Seresesky... Teatro María Guerrero. Madrid, 10-III-2011.

Helio Pedregal y Javier Gutiérrez, doctor y paciente
Helio Pedregal y Javier Gutiérrez, doctor y pacientelarazon

La suerte del infeliz Woyzeck ha de arrastrarnos, hundirnos, conmovernos. Lo lograba Robert Wilson cuando hacía tronar a Tom Waits «la miseria es el río de la vida». Porque sólo miseria conoce el soldado de baja estofa, carne de experimentos médicos que lo harán enloquecer. Pero el montaje del Centro Dramático Nacional tiene más de estanque que de río: Gerardo Vera construye uno de sus trabajos más hermosos en lo estético –con bosques de juncos salvajes abatibles dominando la penumbra–, pero tanto su dirección como, sobre todo, la versión de Juan Mayorga se diluyen en los problemas de alcoba del protagonista. Büchner escribió a comienzos de siglo XIX un texto vanguardista que exploraba los mecanismos de la locura y las injusticias cotidianas del azar: el de nacer o no afortunado. Eso incluía la traición conyugal que arrastra a Woyzeck a la tragedia.

La casquivana esposa del paria, una exuberante y alegre Marie que interpreta Lucía Quintana, es la creación más creíble. Su carnalidad nos aproxima a la tragedia y sus escenas con el seductor Tambor Mayor de Markos Marín, antítesis del protagonista, son contundentes. Javier Gutiérrez crea un Woyzeck monocromático –podría ser cualquier personaje atribulado– y abusa de la gesticulación: lo que era virtud en su cómico Argelino con Animalario es aquí buenas intenciones que no acaban de cuajar. Como lo son los guiños al cabaret berlinés del director: aunque faltaba un siglo para Brecht y Veil, Vera los mete con calzador en un largo arranque del que puede rescatarse el buen hacer de Marina Seresesky como una charlatana maestra de ceremonias.

Pero el quid de la cuestión reside en la destrucción del protagonista perpetrada por el sistema, y en esta versión eso, que debería ser vital, parece un paisaje de fondo. Si bien Büchner dejó abierto el final, algunas versiones optan por el castigo al asesino. Aquí queda la incógnita y, con ella, la extrañeza.