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Una historia de amor a pedradas

Sakine Mohamadi Ashtiani, iraní de 43 años, madre de dos hijos y acusada de adulterio, ha sido condenada a morir lapidada. Si nadie lo impide, morirá a pedradas

Una historia de amor a pedradas
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No lo menciona El Corán ni la «sunna» (prácticas) del Profeta (Mahoma), y dada la dificultad de presentar las pruebas requeridas por la jurisprudencia islámica para justificar la lapidación, sería imposible aplicar la pena. Sin embargo, la muerte por lapidación para casos de adulterio se practica en países proclamados islámicos que, bajo el nombre de Allah, justifican estos actos. La República Islámica de Irán se sitúa a la cabeza de estos estados represivos, que han olvidado incluir un apartado sobre los derechos humanos en su Carta Magna. El último caso que ha hecho saltar las alarmas es el de Sakine Mohamadi Ashtiani, de 43 años y madre de dos hijos, condenada a muerte por adulterio y que permanece en prisión desde 2006. La primera vez que se habló del caso de esta iraní, acusada de «relaciones ilícitas», fue a principios de 2005 por boca de una activista de los Derechos de la Mujer, Soheila Vahdati, en la radio local Farda. Cinco años después, la inminente lapidación de Mohamadi, de la minoría étnica turca, ha provocado una campaña de movilización internacional, a la que se han sumado políticos y representantes del mundo del espectáculo. Incluso se ha creado un foro en Facebook, «Save Sakine Mohamadi Ashtiani Campaign», que ya cuenta con 3.600 miembros.La iniciativa comenzó con la emotiva carta que escribieron sus hijos, Fasride y Sajad, de 16 y 20 años, el 26 de junio, en la que imploran al mundo por la vida de su madre. En la carta de protesta contra la cruel muerte de su madre –traducida a ocho idiomas– los hijos no mencionan el término lapidación, porque les provoca un profundo sufrimiento. Para sus hijos, Sakine es inocente, no hay pruebas ni demandas contra ella; únicamente, la decisión injusta de un juez. Gracias a la presión internacional, la justicia iraní parece haber recapacitado y ha decidido retrasar, por el momento, la ejecución de Mohamadi, pero no retirará la sentencia de muerte que, probablemente, será la horca. «Si en cualquier momento el jefe de la autoridad judicial lo juzga oportuno, el veredicto será aplicado sin tener en cuenta la propaganda de la prensa occidental», subrayó hace unos días Malek Ajdar Sharifi, jefe judicial en la provincia de Azerbaiyán oriental a la agencia de noticias Irna.Mohamadi fue condenada el 15 de mayo del 2006 por haber tenido «una relación ilegal» con dos hombres tras la muerte de su esposo, por lo que recibió 99 latigazos, conforme a la sentencia. El ajusticiamiento de Mohamadi fue público, bajo la presencia de sus hijos que ahora tienen 16 y 20 años de edad. Si con la ristra de azotes no hubiera recibido suficiente castigo, en septiembre de ese año, durante el juicio al presunto asesino de su marido, otro tribunal reabrió el caso de adulterio por hechos que, presuntamente, tuvieron lugar durante su matrimonio y fue declarada culpable. Como resultado de ello, en 2007 la Corte Suprema iraní ratificó la sentencia y la condenó a la pena de muerte por lapidación, a pesar de que Sakine se retractó de una «confesión» hecha durante el interrogatorio, declarando que fue obtenida bajo presión. El régimen de los ayatolás, que se toma la justicia «divina» por su mano, permite a los jueces utilizar su propio conocimiento, a falta de pruebas directas, para determinar si un acusado por adulterio es culpable. El Código Penal iraní –que se basa en la más estricta interpretación de la Sharia (leyes islámicas)– califica el adulterio como un «crimen contra Dios» y debe ser castigado con cien latigazos, en el caso de que los condenados estén solteros, y la lapidación para quienes estén casados. Según el artículo 102, si el ejecutado es hombre «será enterrado hasta la cintura» y si es mujer «hasta arriba del pecho». En el 104 se detalla que los ajusticiados deberán ser golpeados hasta la muerte con piedras que «no sean ni demasiado grandes como para matar inmediatamente ni demasiado pequeñas como para no considerarse piedras». En las leyes iraníes también se especifica que este delito debe probarse por la confesión repetida del acusado o el testimonio de cuatro testigos varones, o de tres hombres y dos mujeres. Algo que los jueces islámicos no toman en cuenta a la hora de dictar la sentencia. El caso más célebre de condena de muerte por lapidación fue el de Safiya Hussaini, en Nigeria, en 2002, que finalmente fue absuelta¿Cómo es posible que la República Islámica de Irán, que se jacta de su rectitud religiosa, no se guíe por El Corán ni las enseñanzas del Profeta? La mayoría de juristas islámicos y estudiosos de la Sharia no ven fundamento religioso en la lapidación. La única alusión que hay en El Corán a la pena de «zina» (adulterio) es la mencionada en la «azora» (versículo) de la Luz: «A la adúltera y al adúltero dadle a cada uno cien azotes».Dice el «Hadiz» (el libro que narra los dichos del Profeta) que el mismo Mahoma le ponía dificultades, incluso al que voluntariamente quería hacer su mortificación reparadora: «Rechazad los castigos de los musulmanes tanto como dependa de vuestro poder; si hay otra salida para liberarles, entonces liberadles». Llama la atención que en el Irán del siglo XXI, cuya industria del cine ha prosperado en las dos últimas décadas y varios directores iraníes (Kariostami o Panahi) han recibido reconocimiento mundial por su trabajo, las políticas retrógradas de sus mandatarios hayan hecho retroceder al país, en muchos aspectos, a la Edad Media. La República Islámica avanza en las tecnologías punta, compite con otras potencias en el mercado mundial, pero las autoridades políticas y religiosas han instaurado una cultura del miedo basada en el fanatismo y el control de la sociedad. El reformista Mohamed Jatami consiguió en diciembre de 2002, gracias al diálogo con la Unión Europea, una suspensión de las lapidaciones. La moratoria en las ejecuciones a pedradas impulsó la creación de una plataforma civil que, bajo el lema «Zanan Iran» (Mujeres de Irán), agrupó a abogados, feministas, periodistas y un voluntariado anónimo. Los esfuerzos de este colectivo salvaron la vida de Nivan Ch., Atefeh S., Leyla M y Parisa, condenadas a morir lapidadas. Pero, al igual que otros avances que introdujo el ex presidente iraní, la suspensión de las lapidaciones no se tradujo en ley, por lo que en los últimos años se han seguido dictando veredictos y los jueces más conservadores los han ejecutado. La últimas dos lapidaciones se produjeron en mayo de 2006 en la ciudad de Mashad.Existe discrepancia entre los magistrados sobre la moratoria, ya que algunos jueces islámicos defienden que la pena por lapidación puede suspenderse, pero no conmutarse, lo que deja a los condenados en el limbo legal, como en el caso de Mohamadi. Su caso no es una excepción. Según Amnistía Internacional, siete mujeres y tres hombres están a la espera de que se ejecute la sentencia. Por ello, la organización internacional ha pedido a las autoridades judiciales de Irán que deben aclarar inmediatamente la situación jurídica de Mohamadi y revisar su caso, así como el del resto de encarcelados que han sido condenados a la pena de muerte por lapidación. «Cualquier forma de ejecución estatal es inaceptable e inhumana, e Irán debe dar garantías de que Sakine, junto con los muchos otros presos condenados a la pena capital, no será ejecutada de ninguna manera», reza el comunicado de Amnistía Internacional. Carta de los hijo de SakineAyúdanos a que vuelva«Somos Fasride y Sajjad Mohamamadi e Ashtian, los hijos de Sakine Mohammadi Ashtiani. Desde nuestra infancia hemos conocido el dolor de saber que nuestra madre está presa y vivimos esperando una catástrofe.Hoy, cuando casi todas las opciones han llegado a callejones sin salida, y el abogado de nuestra mamá dice que ella está en una situación peligrosa, apelamos a todos ustedes. Recurrimos a todo el mundo, no importa quién eres ni dónde vives. Recurrimos a ustedes, pueblo de Irán, a todos los que han experimentado el dolor y la angustia de perder un ser querido. ¡Por favor, ayudanos a que mamá vuelva a casa!En especial, pedimos ayuda a los iraníes que viven en el extranjero. Ayúdanos para evitar que esta pesadilla que no se convierta en realidad. Salven a nuestra mamá. Somos incapaces de explicar la angustia de cada segundo de nuestras vidas. Las palabras son incapaces de expresar nuestro temor. Ayudadnos a salvar a nuestra mamá. Escriban a los funcionarios y pidan su liberación. Díganles que ella no ha hecho ningún mal. Nuestra madre no debería ser asesinada. ¿Alguien que nos escuche quiere ayudarnos?