Crítica de libros

Pantanos salvavidas por Antonio PÉREZ HENARES

Pantanos salvavidas, por Antonio PÉREZ HENARES
Pantanos salvavidas, por Antonio PÉREZ HENARESlarazon

Los vituperados pantanos, que uno no ha sabido nunca esa manía de la «progrería» de meterse con los pobres, necesarios e imprescindibles embalses, no sólo son nuestro seguro de vida cuando llega el estiaje tanto para agua de boca como para regar nuestros campos de cultivo. Es que además previenen las riadas, es que esas obras humanas, tan queridas por los verdaderos progresistas, desde el aragonés Joaquín Costa hasta el bilbaíno Indalecio Prieto, salvan tierras y salvan vidas.
La prueba la hemos tenido en estas lluvias de la semana pasada, abundantes en esta ocasión en las cabeceras de nuestros grandes ríos norteños. El pantano de Itoiz, contra el que se desplegó la amenaza etarra y la algarada de sus tentáculos políticos, ha resultado ser providencial para salvar la población cauce abajo de los ríos Salazar y Erro. El volumen de agua pudo ser contenido por la presa y no desbordar las márgenes y no convertir en letal la avenida. Otro tanto pasó con el río Yesa. Aquí quien se salvó fue Sanguesa, una población de más de 5.000 habitantes. El embalse sólo almacenaba 69 de sus 446 hm3 de cabida. Pues entraron de golpe 140 hm3 que pudieron ser contenidos porque lo que estaban bajando eran 2.200 m3 por segundo y eso hubiera significado una catástrofe de haber seguido aguas abajo, pues se considera que por encima de los 900 m3 el agua hubiera arrasado todo a su paso. Incluida la citada población. Pues nada, ahí tienen a los contrarios al recrecimiento de la presa impidiendo desde hace años que se acabe de ejecutar la obra.
Pero de estas noticias no quiere hablarse ni oiremos al ecologista denunciador de guardia decir palabra alguna. Ellos opinan, como una vez me espetó Araujo, que hay dejar todo a su albedrío, que no hay que limpiar cauces y mucho menos construir estas obras hidráulicas, que lo que hay que hacer es dejar que «todo fluya, fluya». Y se lleve por delante cosechas, sembrados, casas y vidas. Y que cuando llegue el verano tampoco él tenga agua ni en la ducha ni en el grifo.