España

Quema de los herejes

La Razón
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Cuenta un historiador flamenco que cuando una de las esposas de Felipe II dio a luz, sus damas y camareras optaron por abandonarla por completo. La razón no fue la maldad ni tampoco el desapego y mucho menos un acto de protesta. En realidad, la causa de semejante conducta se hallaba en que Valladolid iba a ser escenario de un auto de fe en el que se arrojaría a las llamas de la Inquisición a un grupo de protestantes. No es que la corte estuviera ayuna de pasatiempos, pero aquella celebración resultaba especial porque ligaba la piedad religiosa con la diversión. Salvando las distancias, era como si te perdonaran los pecados por ir a un partido de fútbol o el Altísimo escuchara tus preces por contemplar la telebasura. Al fin y a la postre, las buenas mujeres no estaban dispuestas bajo ningún concepto a perderse el espectáculo y lo disfrutaron placenteramente mientras la reina se veía sola. Cansada tras el parto y sin nadie cerca, no se le ocurrió cosa mejor a la buena mujer que echar mano de un melón que consumió entero. La jugosa fruta proporcionó a la consorte de Felipe II unos momentos de inaudito placer, pero, desatendida por sus damas y con el vientre hinchado por la comida, comenzó a sentirse mal. Así, mientras las mujeres a su servicio se solazaban, la desdichada reina no tardó en fallecer dejando viudo y, por añadidura, desconsolado al hombre en cuyo imperio no se ponía el sol. He recordado el triste episodio reflexionando sobre el comportamiento que, desde hace tiempo, mantienen los cargos socialistas hacia nuestra pobre España. Se supone que tendrían que estar atendiéndola con la mayor entrega y diligencia, pero, asustados ante la más que posible eventualidad de perder cargos y prebendas que han disfrutado por décadas, se dedican sólo a los entretenimientos. O la toman con los bancos – los mismos bancos que les han condonado créditos– o amenazan con subir impuestos a los ricos –que gracias a Felipe González disfrutan de mecanismos como las Sicav para no pagarlos– o dicen majaderías supinas como que uno de los tres grandes problemas de la Unión Europea es el cambio climático que, por lo visto, es lo que debe haber causado un daño terrible a economías como las de Grecia, Portugal, Irlanda, España e incluso Italia. Añádase a esto la tarea ardua de gastar sumas fabulosas del presupuesto para encontrarle un empleo a Bibiana Aído o la de buscarle un puesto honroso a Moratinos, misión imposible donde las haya porque ninguna institución desea verse presidida por semejante zote, o la de asestar coces a la prensa porque ha enseñado las carnes de Leire Pajín que, juicios estéticos aparte, presentan un cuadro de lo menos adecuado para una señora que dirige un Ministerio de Sanidad e incluso ha prohibido a los niños el consumo de bollos en el patio de los colegios. Por una razón o por otra, están en el entretenimiento, como las camareras que contemplaban divertidas a unos herejes convertidos en pavesas, y el resultado es que quien debería ser atendido por ellos tiene que buscarse la vida como puede. Esperemos que no nos dé por comer un melón de la manera más imprudente porque éstos andan tan encantados viendo las hogueras que no podemos contar con su colaboración para nada.