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Al euro se le agota el tiempo

La Razón
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La evolución de los mercados en las últimas horas lleva a la conclusión de que no es sólo España la que está amenazada, sino la misma existencia del euro. La encrucijada es extremadamente grave, como nunca lo había sido desde la Segunda Guerra Mundial. Que nuestro país ocupe la primera línea de fuego, con una prima de riesgo disparada a máximos históricos, no significa que la retaguardia esté a salvo. La crisis de la eurozona ha llegado a tal extremo que si no se ataja con toda la artillería institucional y se acuerda con urgencia un plan de ataque, no será aventurado augurar el fin del proyecto común europeo. O se pacta más unión o la UE se precipita en la desintegración. No queda mucho tiempo y son varias las incógnitas que urge resolver. Además de la úlcera griega, que está exacerbando el ánimo de los mercados, España y el BCE tienen que cerrar sin más dilación todos los detalles de la línea de crédito a los bancos. No basta con que se conozca el marco general, también la letra pequeña es importante. Si los inversores y las agencias de calificación han recibido con muchas suspicacias el crédito de 100.000 millones para la banca española es porque no se han revelado los detalles ni las condiciones, si afectará al déficit o si su devolución tendrá rango preferente. Los mercados quieren saber a qué atenerse y cuanto más tiempo se tarde en concretar el rescate más incertidumbre habrá. El Gobierno de Rajoy está gestionando con firmeza este paso decisivo y haría bien en no transigir con condiciones leoninas o con plantemientos muy perjudiciales para los intereses de España. En este punto, resulta crucial la actitud del Banco Central Europeo que gobierna el italiano Mario Draghi. La pasividad con la que se conduce ante la tormenta es temeraria. Mientras la moneda que debe proteger rueda cuesta abajo, al BCE lo único que le preocupa es que no se manche, actitud que de persistir llevará al euro a ser la divisa más brillante del cementerio. O el señor Draghi se coloca al frente en la defensa de la moneda común, repeliendo los ataques a las deudas soberanas de España e Italia, o se quedará sin empleo no tardando mucho. La tercera incógnita que atenaza a los mercados es la parsimonia, cuando no la tozudez, de Angela Merkel. Es exasperante su resistencia a que el BCE asuma las funciones plenas de un banco central, a acelerar la unión bancaria y a establecer sin demora una política fiscal común. Aunque no sea reprochable su defensa de los intereses alemanes, la canciller alemana se empeña en minimizar la gravedad del trance y en dilatar las soluciones. El sur de Europa está en llamas y la propuesta de Merkel es esperar a que llueva. Nos aguardan días de zozobra y sobresaltos, de gran incertidumbre. Sin embargo, como en toda situación de alarma, conviene mantener la calma y cerrar filas.