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Murcia

OPINIÓN: Estado de alarma

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Es evidente que de la célebre máxima de Mcluhan «el medio es el mensaje» hemos pasado a un nuevo estado de las cosas dominado por la homofónica «el miedo es el mensaje». El cambio, pese a parecer sutil, comporta una serie de transformaciones sustanciales en la gestión de las subjetividades por parte de los sitemas de poder hegemónicos. Hoy en día, lo importante, aquello que ratifica y fortalece un determinado poder es, en efecto, la gestión de las emociones sociales. Y desde los sucesos del 11 –S se ha constatado que no existe un modelo de gestión más eficaz de ellas que el vertebrado por el sentimiento del miedo.
 Vengo sosteniendo desde hace algunos años que, en rigor, las sociedades occidentales han encontrado su principal elemento de cohesión y de convivencia en el miedo ante lo extraño, en el pánico ante la inminencia de la catástrofe. En una situación de urgencia, los gobiernos multiplican su poder y la ciudadanía ve restringida al mínimo su margen de libertades. Pero es más: el miedo es un sentimiento tan virulento en su expresión, que es capaz de borrar de un solo gesto toda la memoria o el pasado de una sociedad, para "aplanarla"en un estrecho y empobrecedor presente, convertido así en un tiempo obsesivo, desquiciante. El miedo todo lo uniformiza: acaba por sobreposición con todos los problemas, reduce la diversidad a un único registro arquetípico, y hace del conjunto de subjetividades un solo núcleo rocoso, imposible de disgregar.
En estos días, en los que España ha sido declarada indefinidamente en estado de alarma, se vuelve a comprobar la vigencia e infalibilidad del disurso del miedo. En realidad, tanto que las ideologías y los movimientos sociales cacarean la necesidad de asegurar el futuro de una sociedad lo más libre posible, se confirma ahora que, de una manera consciente o inconsciente, se prefiere un estado policial a otro político con tal de que nuestros usos cotidianos se hallen a resguardo de cualquier eventualidad. El miedo constituye siempre una sobreactuación de poder, una maquinaria retórica de proporciones impensables y de consecuencias estremecedoras. Como todo en la vida, consiste en retrasar el límite un poco, luego otro poco, y así hasta que, un cierto día, adquieres consciencia de que lo que comenzó por ser el decreto de un estado de alarma ante la huelga de unos controladores aéreos ha terminado siendo… -el final que lo escriba cada uno de los lectores.