Estados Unidos

El anfitrión gana en la pasarela por Nicolas Vaudelet

El anfitrión gana en la pasarela por Nicolas Vaudelet
El anfitrión gana en la pasarela por Nicolas Vaudeletlarazon

El desfile de las delegaciones olímpicas mostró una gran variedad de formas de vestir para la ocasión. Al analizar los distintos uniformes resulta muy fácil diferenciar aquellos que tienen detrás la mano de un diseñador de moda. Se nota en que estos creadores especializados conocen la ropa, las tendencias del momento y son capaces de dar con lo que sienta mejor al cuerpo de los deportistas. El ejemplo más evidente fue el vestuario de Reino Unido, diseñado por Stella McCartney en colaboración con Adidas. Toda una garantía de buen gusto a lo que sin duda ayuda si el modelo lo viste David Beckham. En el uniforme británico era evidente la mano de un profesional especializado en pret-a-porter, algo imprescindible para una prenda que tiene que adaptarse a su época y evolucionar cada cuatro años.

Los anfitriones «ganaron» el desfile junto a Dinamarca y Bélgica. El diseño de la escuela de Amberes, con jóvenes diseñadores, presentó una apuesta muy interesante: manteniendo la silueta del uniforme clásico, pero mezclado con la tendencia actual. En la misma línea estuvo el vestuario de Dinamarca, en perfecta consonancia con la sensibilidad danesa y su gusto por lo minimalista. Y es que el concepto de uniforme es el de una prenda que debe reflejar una idea, la idiosincrasia y personalidad de un país.

El pobre modelo español entra en la misma categoría que Hungría, China o Rusia. Su problema, más allá de que no era ni una buena chaqueta ni un buen pantalón y todo estaba demasiado recargado, es que parece que los que lo han ideado no conocen suficientemente la moda y la cultura de España. Trata de meter bordados, estampados, etc., culminando en un quiero y no puedo en el que, además, no se tuvo en cuenta quién lo iba a llevar. Para los cuerpos magníficos de nuestras atletas no tiene mucho sentido, por ejemplo, colocarles una falda por debajo de la rodilla. Estados Unidos se puso en manos de Ralph Lauren –del que no me gusta que siempre ponga el logotipo tan grande– y San Marino confió a Salvatore Ferragamo su vestimenta. Ambos acertaron plenamente y estoy absolutamente convencido de que cualquiera de nuestros diseñadores habría sido una garantía de éxito.

El vestuario de Alemania fue, quizá, demasiado alemán. Noté un exceso de estilismo (pañuelo, camisa de cuadros y cinturón), que no es adecuado para un uniforme y que habitualmente suele utilizarse para esconder fallos en las prendas que lo acompañan. Es la confirmación de que, a veces, menos es más y de que en los uniformes con poco se puede decir mucho. Al decir esto me refiero a Australia, que no se atrevió con nada nuevo y se limitó a ser correcto sin pretensiones, más allá de que los colores gusten o no.

Me pareció interesante la opción jamaicana, en la que resaltaba la mano de la hija de Bob Marley, con varios guiños a la tendencia actual, como el largo de la manga y que, para completar el acierto, refleja la cultura de Jamaica y su deporte. En el otro extremo colocaría a Venezuela, con un look veraniego en color blanco muy poco apropiado para la ocasión. El uniforme olímpico no puede ser una prenda para ir a la playa, y el reto para los diseñadores es crear un vestuario que uniforme a todos los componentes de un grupo y transmita su sensibilidad.