Impuestos

Tabaco

La Razón
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El gobierno anda restringiéndonos el tabaco cigarrillo a cigarrillo. Primero hizo que los hosteleros hicieran piruetas y dividieran sus locales en dos y ahora pretenden que esa inversión no sólo no sirva de nada sino que, además, no se la reembolse nadie, pese a que tengan que acatar la veda absoluta del tabaco, que tanto perjuicio económico les supone.
Lo curioso es que al Gobierno tal medida no le afecta a sus arcas, porque aunque prohíbe totalmente el tabaco, no hace lo propio con sus ventas, que le reportan pingües beneficios impositivos. Entretanto, la oposición habla de habitáculos, «narcosalas» o fumaderos donde los adictos a la nicotina podrían encerrarse a aspirar el humo por partida triple, y los interesados señalan que en casi todos los países del mundo al menos queda el reducto del juego, donde los humos aún no se han proscrito.
Lo cierto es que, si el tabaco mata, por mucho que su estética a algunos aún nos haga rememorar con nostalgia aquellas maravillosas escenas de cine negro cargadas de humo exhalado a golpe de melena de diva del celuloide, se debería erradicar y del todo. Es decir, debería desaparecer de los lugares públicos y hasta privados después de que, simplemente, se dejara de vender. De poco vale que la Seguridad Social trate al enfermo si se le sigue poniendo la droga al alcance de la mano. Y es una hipocresía hacerlo. Como tantas que existen en esta sociedad invadida por toxicidades diversas que sólo se preceptúan a medias. Tabaco sí o no, señores… Pero no sí para quien lo venda y no para quien lo fume.