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Javier Bardem

Las víctimas que los actores de la «Zeja» olvidan

Los actores ponen voz a los represaliados del franquismo mientras silencian el dolor del otro lado de la guerra.

Pedro Almodóvar, Pedro Muñoz Seca, Pilar Bardem, Antonio Gascón, Juan Diego Botto y Basilio Sánchez García
Pedro Almodóvar, Pedro Muñoz Seca, Pilar Bardem, Antonio Gascón, Juan Diego Botto y Basilio Sánchez Garcíalarazon

MADRID- Actores, cineastas y escritores se empeñan en revivir la Guerra Civil. Ahora han puesto sus rostros y sus voces a las de protagonistas reales que murieron aquellos días convulsos a manos de uno de los bandos. La realidad tiene otra cara, y es la que vivieron otros rostros y otras palabras que segó el bando contrario.Esos artistas son Pedro Almodóvar, Javier Bardem, Maribel Verdú, Aitana Sánchez-Gijón, Hugo Silva, Juan Diego, Carmen Machi, Juan José Millás, Almudena Grandes, Juan Diego Botto o Miguel Ríos, que han prestado su voz y su imagen en un vídeo a quince víctimas del franquismo para reivindicar «justicia» y una «autentica política pública en materia de memoria». La iniciativa, dirigida por Azucena Rodríguez, fue presentada ayer en Madrid. En el vídeo, los miembros de la «Zeja» cuentan a cámara en primera persona el caso real de una víctima del franquismo.

- Hugo Silva encarna a José Villalibre Toral, un albañil y labrador que pertenecía a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra. El 22 de agosto de 1936 fueron a buscarlo un grupo de falangistas que se lo llevaron junto con otros vecinos y, tras tenerlo unas horas detenido, lo asesinaron.

- En la madrugada del 28 de noviembre de 1936, el autor teatral Pedro Muñoz Seca fue asesinado en Paracuellos después de casi cuatro meses de cárcel. El «juicio», dos días antes de su ejecución, lo condenó a muerte por «fascista, monárquico y enemigo de la República». Cuenta su nieto Alfonso Ussía que, al llegar a Paracuellos, «fumó, tiró el cigarrillo y dijo "cuanto antes"». Antes de caer abatido por los disparos de un oficial de las Brigadas Internacionales, Muñoz Seca gritó «Viva España y viva el Rey». Sus verdugos le arrebataron todo lo que llevaba y le cortaron los bigotes.

- Carmen Machi representa a Isabel Picorel, que el 26 de agosto de 1936 escapó junto a sus tres hijos de su casa de la localidad berciana Langre. Alguien la había avisado de que la Falange iba a detenerla por sus simpatías republicanas como castigo a su marido, quien tras el 18 de julio se había unido a las fuerzas republicanas de Asturias. Al día siguiente de la fuga, volvió a casa a recoger algunas pertenencias y la detuvieron. Fue asesinada junto a otros tres hombres en una cuneta en el municipio de Fresnedo.

- El padre de Miguel Martín-Benito, natural de Camuñas (Toledo), no esperaba lo que le aguardaba en casa el 1 de agosto de 1936. Cuando volvía de arar, un grupo de milicianos que hacía guardia en la puerta se lo llevó al calabozo. No tuvo tiempo ni de cambiarse de ropa, tal y como le sugirió su mujer. «Qué va, si en un momento estoy de vuelta», acertó a decir. Nunca regresó. Su hijo, que entonces tenía 11 años, recuerda que «de noche le montaron en un coche y se lo llevaron a la mina. A mi padre lo fusilaron, y con él al cura-párroco». Durante dos años y medio, entre julio del 36 y principios del 39, la mina de las Cabezuelas se convirtió en un gigantesco cementerio. Entre 5.000 y 6.000 personas fueron arrojadas en su interior. Es el Paracuellos subterráneo.

- Juan Diego Botto cuenta la historia de Santos Valentín Francisco Díaz, un maestro herrador, tesorero del Círculo Obrero de Mansilla de las Mulas (León), al que detuvieron junto a otros hombres de la localidad en agosto de 1936 y le encerraron en el campo de concentración. En octubre le fusilaron junto a otras seis personas en Villadangos del Páramo y le enterraron en un paraje. Dejó siete hijos, el mayor de 17 años y el menor de 11 meses, y su cuerpo no ha sido recuperado hasta la fecha.

- En la tarde del 23 de julio de 1936, una avanzadilla republicana de la Columna Mangada entra en Navalperal de Pinares (Ávila) «dando tiros» y enarbolando pañuelos rojos, según testigos de la época. No tardan los milicianos en asaltar la casa del sacerdote, Basilio Sánchez García. Al parecer, busca refugio en el desván junto a su sirvienta, a la que se encuentra confesando cuando irrumpen los recién llegados, aunque otra versión indica que se encontraba escondido en la chimenea. Arrastrado a golpes, muere tiroteado en la calle. Su cuerpo es cargado en una carretilla y conducido hasta el cementerio. Tenía 60 años. En la misma jornada cae la primera víctima de la vecina localidad de Cebreros: el también sacerdote José Máximo Moro Briz, hermano de Santos Moro, obispo de Ávila.

- Juan Diego representa a Feliciano Marcos Brasa, nacido en la localidad leonesa de Destriana. Fue miembro de las Juventudes Socialistas de su localidad natal e hijo de Higinio Marcos Pérez, presidente de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra. A finales de julio de 1936, fue secuestrado en su pueblo y torturado, asesinado y enterrado en un paraje alejado varios kilómetros. En octubre de ese mismo año, su padre es asesinado junto a dos vecinos.

- Antonio Gascón era comisario de Policía y fue asesinado el 1 de noviembre en Paracuellos, en la primera jornada de fusilamientos. Según relata su nieto, Ángel Gascón, un grupo de milicianos fue a buscarlo de madrugada a su casa para trasladarlo a la cárcel de San Antón, su penúltima morada: «Le ataron fuertemente las manos con alambre y, amarrados de dos en dos por los codos, los subían a las furgonetas». Una vez allí, se comunicaba con la familia a través de cartas y relataba el trato inhumano que sufría. Ángel narra que fueron los propios vecinos de Paracuellos los que relataron a su familia la brutalidad de los asesinatos: «Los mataban de dos en dos. Los ataban por la barbilla y los arrastraban por toda la carretera con un gancho hasta la fosa». Como recuerda el nieto del asesinado, fue tal la crueldad que «una vez muertos, les arrancaban los dedos y las muelas de oro con alicates».

Nueva andanada contra el SupremoUna vez más, los artistas e intelectuales protagonizaron un llamativo acto de presión para arremeter duramente contra el Supremo y se envalentonaron en juzgar la decisión del Tribunal por encausar a Garzón. De este modo, Emilio Silva subrayó que este vídeo «tiene que avergonzar a mucha gente» y dio recomendaciones a la clase política para «preocuparse» de lo que ha «ocurrido con el poder judicial». Silva se refirió así a la causa contra Garzón y se atrevió a afirmar que «esta situación puede derivar en un conflicto entre la sociedad y el poder judicial». «Realidades como la que ha ocurrido en el TS matan a una democracia, por lo que no se puede tolerar que haya 113.000 familias buscando voluntarios para ir a ayudarles», sentenció.*Con información de Andrés Bartolomé, Ernesto Villar, Pablo Romero y C. S. Macías