Balón de Oro

La Real aquí un amigo

Para restañar heridas y recuperar la autoestima, lo mejor, un amigo. Y el Madrid encontró a la Real, un equipo balsámico, más frágil que bonito, y no es feo; de ahí que Tamudo se encontrara tres veces al mejor Casillas, que encajó un gol que le metió Arbeloa de rebote. Un accidente.

Cristiano, nuevo Pichichi
Cristiano, nuevo Pichichilarazon

Concluido el partido (4-1), cabría preguntarse si el Madrid es muy bueno y la Real Sociedad todo lo contrario; aunque hubiese sobrado con la muestra del primer tiempo. La virtud está en el término medio; lo indiscutible: el Real es bastante mejor que la Real, insulsa en general, espabilada al contraataque y despistada en defensa. Sus dudas revitalizaron a Ronaldo, dos tantos, a Kaká, autor del primero, y a Adebayor, empeñado en dar la razón a Mourinho con su fichaje.

La Real se acopló en torno a su área y el Madrid combinó en esa zona más que en toda la temporada. Había cambiado Mourinho casi medio equipo y Martín Lasarte actuó con una idea preconcebida que ya en su visita al Camp Nou fue catastrófica. Ha confesado el técnico donostiarra que ante el Barça su equipo salió derrotado. En el Bernabéu huyó de hacer distinciones y mantuvo la deferencia hacia el anfitrión, que a los 8 minutos ya había mojado.

Adebayor por Benzema, Kaká por Di María, Lass por Khedira, Garay por Albiol y Arbeloa por el sancionado Sergio Ramos. O Mourinho renunciaba a la lucha por la Liga o sentaba la cabeza y rotaba. Con todos, menos con Cristiano Ronaldo, su ojito derecho, a quien devuelve la autoconfianza en cada partido; aunque le cuesta afinar la puntería.

Con la calidad que hay en la plantilla del Madrid, «Mou» ha virado hacia la lógica. De haberlo hecho antes, quién sabe si estaría más cerca del Barça. No ha tardado en apear del tren a Benzema. Quería un titular, no un suplente del francés, y le confiaron a Adebayor. El togolés aprovecha al mil por ciento la confianza del entrenador, su valedor y protector. Participa, juega al primer toque, se entiende con los compañeros; crece arriba mientras Karim sonríe en el banquillo con la inocencia del niño. Choca su sonrisa pueril con el rictus amargo de Cristiano, empeñado en marcar desde cualquier sitio. Antes de que Kaká demostrara su calidad con pases precisos, centros medidos, desmarques gratificantes y el gol-regalo de Elustondo y Rivas, materializado con calidad y la frescura del comienzo, Ronaldo tiraba desviado una y otra vez. Y las faltas, todas, fuera.

Mientras Cristiano intentaba encontrarse, Casillas, tras un mal despeje, evitaba el empate de Tamudo, a bocajarro. Había confianza atrás, ideas en el centro y claridad y llegadas arriba. Avanzaba el partido y la Real Sociedad no daba la talla. Era un equipo timorato, pobre en recursos, uno de los más flojos que han pisado esta temporada el Bernabéu. El contrario ideal para desterrar fantasmas y malos presagios, para recuperar confianza, como hizo Ronaldo, quien, por fin, después de varios remates fallidos, acertó con la portería de Bravo.

Marcó con la zurda desde fuera del área; el tercero –vigésimoquinto en su cuenta–lo hizo de cabeza, un remate poderoso al saque de un córner para adelantar a Messi en la carrera por el «Pichichi». No tenía rival enfrente, tampoco su equipo, aunque Tamudo volvió a probar los excelentes reflejos de Casillas, sólo superado en un mal despeje que arregló con un paradón.
Calentaban jugadores del Madrid y Kaká, a centro de Adebayor, estrellaba el balón en el larguero; pero daba muestras de fatiga. Le relevó Di María. Luego entró Albiol por Carvalho y la defensa colgó el cartel de rebajas.

Kaká pareció cansado y Mourinho le quitó; Ronaldo terminaba sin aire cada jugada y continuaba. Es el ojito derecho de su entrenador, quien ha dicho de él que con lo que ha hecho en esta media temporada ya ha cumplido... El Madrid fichó a Cristiano a curso completo, pero no lo quiere extenuado, por mucho que él, peleón hasta la agonía, y su protector fuercen la máquina y el discurso. La línea que separa la osadía de la ligereza es frágil y cuando Canales entró por Özil el cambiado bien pudo ser el portugués. Pero, no.

Ronaldo renueva la energía en cuanto divisa cerca la portería, cuando jamás se rinde. Tampoco lo hizo Adebayor y marcó el cuarto –suma dos goles en tres partidos–; tampoco aflojó Casillas y despejó el segundo a Elustondo. Al final, 4-1. Triunfo balsámico «contra» un remedio medicinal.