España

Medidas que propician fugas en la Sanidad por José Antonio VERA

La Razón
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El pasado año hubo dos sectores que se salvaron a duras penas de la crisis: el sanitario y el alimenticio. Por razones obvias, los españoles prefieren recortar de otras partidas antes que de la sanidad y la alimentación. Pero este año eso ya no ocurrirá. El alimentario lo está notando sobremanera por la caída general del consumo. El de la Sanidad, por la política del Gobierno con relación a un sector que empieza a resentirse como consecuencia de una situación insostenible: el déficit se dispara y no hay manera de frenar su espiral de crecimiento.

Gobierno y autonomías, conscientes de la gravedad de la situación, impulsaron hace algo más de un mes un acuerdo para reducir ese gasto en 1.500 millones por la vía de cargar sobre las empresas productoras de genéricos una disminución drástica de sus ingresos. Se ha visto ya que era una previsión en exceso optimista. En realidad el ahorro no superará los 300 millones. Tanto es así que de inmediato la vicepresidenta Salgado ha ordenado una segunda ofensiva imponiéndole a la industria farmacéutica la rebaja más alta de sus márgenes en el precio de los medicamentos de toda la historia de la Sanidad. Medida drástica que no será gratuita, pues las empresas del sector ya anuncian recortes que conllevarán con total seguridad una elevada pérdida de empleos y, en segundo término, un abandono de negocios en España, buscando otras localizaciones más beneficiosas para sus negocios. Estos efectos negativos no tardarán en hacerse notar.

Es evidente que la Sanidad española atraviesa por una situación más que complicada. La frecuencia de visitas al médico es mayor en nuestro país que en cualquier otro de la UE. El gasto sanitario público se dispara cada año sin que se tomen medidas eficaces para disminuirlo. Este ejercicio el déficit acumulado podría superar los 12.000 millones de euros. La solución debiera pasar, lógicamente, por la adopción de medidas en todos los frentes, no sólo en uno de ellos, como está haciendo el Gobierno. Pretender que la bancarrota la paguen sólo los laboratorios y las farmacias es descabellado.

En buena lógica hay que pedirles a estos sectores un esfuerzo que implique la reducción de sus márgenes de beneficios. Pero esos recortes no acabarán por sí solos con el déficit astronómico de la Sanidad si no se acompañan con un plan paralelo de ahorro en hospitales y masa salarial, y sobre todo una reeducación de la población. Está bien que la Sanidad pública sea buena y gratis, aunque de nada servirá si no la podemos costear. Y eso debería llevar a una reflexión sobre el concepto de universalidad, que hace que demos asistencia gratis total a cientos de miles de inmigrantes cuya situación no está legalizada pero que tienen derecho a una cobertura plena y probablemente habría que establecer mecanismos disuasorios. Por ejemplo, pagar un euro cada vez que se acude a una consulta. O cuando se hace uso de recetas.

El grueso del problema estriba en la manera de gestionar. Estamos instalados en una cultura del gasto que no tenemos más remedio que corregir. Construimos sin parar hospitales y luego no los podemos dotar adecuadamente de personal ni de medios. ¿Son necesarios tantos hospitales públicos o podría quizás hacerse una concentración racional de la inversión para reducir también los costes?. Si cada autonomía compite con las demás en número de centros de salud y hospitales, difícilmente vamos a poder racionalizar el problema. No tiene por qué haber un hospital fuera de serie especializado en cáncer en cada una de las 17 autonomías. Lo normal, como sucede en la mayor parte del mundo, es que este tipo de centros estén bien localizados y magníficamente bien dotados, pero uno o dos para todos, no uno por provincia o por autonomía.

Tal planteamiento es antieconómico, amen de probablemente ineficiente. Algo hay que hacer además de recortarle a las empresas drásticamente sus márgenes de beneficios. Si el ajuste se queda sólo en eso tendremos a la larga menos inversión y menos empleo, pero seguirá el problema del coste excesivo. No nos equivoquemos de nuevo con medidas ideológicas que sólo servirán para agravar aún más la crisis de la Sanidad.