Barcelona

Albert Boadella: «Pudimos hacer de la zarzuela el gran musical español»

Amadeo Vives (1871-1932) fue uno de los grandes autores de zarzuela. El padre de «Doña Francisquita», «Maruxa», «Bohemios» y operetas como «La generala» nació en Barcelona y triunfó y murió en Madrid. Albert Boadella lo homenajea en «Amadeu», un espectáculo que estrena en los Teatros del Canal el próximo viernes. LA RAZÓN habló con el director sobre Vives, un catalán universal con curiosos paralelismos con Boadella.

 
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-¿«Amadeu» es una comedia musical biográfica?
-En principio, es un musical con una historia. No una simple excusa, como muchos musicales, sino que transmite distintas cosas: primero la personalidad artística y humana de Vives. Artística, por sus magníficas músicas; y humana porque es un personaje curioso y especial. Era un hombre impedido, había sufrido una poliomielitis de niño y el brazo derecho se le quedó medio paralizado. Y le gustaban mucho las señoras. Es un personaje interesante. Desde el punto de vista cívico, social y político, él encarna la eterna dualidad catalana.

-Ya sabía yo que tenía que haber una lectura política en su montaje.

-Hombre, no podía ser de otra manera. Los periodistas que me conocéis más diréis: Vives es un alter ego de Boadella. Nace en Collbató, bajo Montserrat, que participa de la efervescencia, a finales del XIX, del nacionalismo sentimental, lo que allí llamaban la Renaixença, con perdón del Renacimiento auténtico. Después, supongo que se ahoga en ello, se viene a Madrid y canta a la capital mejor que nadie.

-Y le va bien en Madrid...

-¡Triunfa y gana muchísimo dinero! Se gasta también mucho en señoras... Curiosamente, cuando muere, quiere ser enterrado en Barcelona. Y aquí hay un hecho fantástico. En 2005 aparece esta noticia en «La vanguardia» (me enseña un recorte de periódico, cuyo titular leo).

-«Los restos del compositor Amadeu Vives pueden acabar en la fosa común».

-Como no se pagaban los tributos de la tumba, o algo así, se propone a su pueblo, Collbató, que acoja los restos, y allí dicen que no tienen espacio en el cementerio. Esto lo encuentro ya formidable y para mí es el inicio de la obra, en la que a un periodista joven de música heavy le piden tres folios sobre la vida de Vives, y va haciendo crecer en su mente este personaje, que para él al principio es un marciano.

-¿Aquella noticia fue también el germen de este proyecto?

-Cuando la leí, pensé: no se puede tolerar este desprecio. La noticia lo dice: «Una de las razones del olvido podría ser que desde 1895 se dedicara a componer sobre todo zarzuelas y que se instalara en Madrid». Ahí se fraguó en mí la idea de hacer algún día algo. Además, a mí me inició en la zarzuela mi hermano, que me llevaba a los ensayos cuando yo tenía cinco años. Mis primeras imágenes del teatro son de zarzuela: me las conozco todas. Es un tributo: algún día debía hacer algo para borrar el pecado de una generación que olvidó vilmente unas músicas formidables.

-¿Se refiere a la suya o a los jóvenes de ahora?

-A la nuestra. La de ahora también, pero por culpa nuestra, porque la zarzuela ha funcionado muchas veces con caspa encima. Mi generación la podría haber liberado de esto, haber hecho de la zarzuela el gran musical español.

-Entonces, señor Vives, ¿«soy madrileño porque Dios ha querido que así lo sea»?.

-Ja ja... Él hablaba de esa dualidad y lo resolvía con una frase: «Cataluña es la madre y Madrid es mi prometida».

-No quiero ser macabro, pero, ¿cree que los huesos de Boadella encontrarán sepultura en su pueblo cuando muera?

-Entiendo que al resto de los españoles la carga sentimental que arrastra el catalán, esa especie de peso, como una mochila, les pueda parecer extraña. A mí me pesaba una barbaridad y hace ya años que la tiré. Ese peso sentimental coarta la libertad. En los ensayos, por ejemplo, ahora que he empezado ya con el coro y la orquesta, se canta una canción muy carismática que es «Dolça Catalunya, pàtria del meu cor...». Cuando yo escucho esto, me toca los sentimientos, y mira que ando cabreado con todo aquel festival y no quiero saber nada de allí. ¡Y me cabrea que me toque!

-A ver si va a descubrir al nacionalista que lleva dentro...

-Es muy difícil que esa historia no toque a todos los que han nacido y vivido allí, porque es muy perversa en el fondo. Es lo que yo llamo la «cosa». En Vives se da esto, porque, en el último momento, él quiere ser enterrado en Barcelona, y eso que ha tenido el éxito en Madrid. Y en Barcelona lo quieren echar a la fosa común. Por tanto, conmigo, no puedo decir que no suceda (risas).

-¿Cómo está la «cosa» con los cambios en la Generalitat?

-Igual. Quizá un poco más ordenada.

-Son nuevas caras, pero ha vuelto Ferrán Mascarell, por ejemplo.

-Es un funcionario de la política: puede estar con ellos o con quien sea: es un hombre incombustible. Inteligente, sin duda.

-Dice la romanza de «Doña Francisquita»: «Por el humo se sabe dónde está el fuego». Aunque cada vez menos, ¿no?

-No se sabe dónde está el fuego, no.

-¿Es fumador?

-Sí, pero no compulsivo. Fumo un purito después de comer y otro después de cenar. Conmigo no hubiera habido discusión. Entiendo que los compulsivos han generado una situación difícil, pero también que hay problemas de libertad. Y no ya en España, sino en el mundo occidental en general.

-Acaso ésa sea la gran cuestión, desde la caída de las Torres Gemelas: establecer la frontera entre libertad y seguridad. Me da que usted prefiere la primera.

-Sin duda: yo llevo siempre puesto el cinturón de seguridad, y no porque me lo digan sino porque creo que está bien. Pero que eso se multara... Me pareció que el mundo occidental se había dejado meter un gol importantísimo sobre la libertad. Hay un problema en estas últimas décadas de legislación compulsiva. En España hay veinte parlamentos, contando el Senado, todos dedicados a legislar. Es una locura.

-¿Será un montaje muy Joglars o llevará otro sello?

-Será diferente, porque tiene un coro y una orquesta, cosas que en Joglars no hacemos. Pero puedes añadirlo a nuestra lista de retratos.

-Sería el cierre de la Tetralogía.

-Exacto: Pujol, Dalí, Pla y Vives. Todos están hechos con cariño excepto Pujol, que fue con mala uva. Aquí también la hay, pero no con él.

-¿Y guiños de actualidad?

-Alguno. Hombre, fue fundador del Palau de la Música.

-O sea, que habrá mangoneo.

-Pequeñas referencias. Fue fundador junto con el abuelo del actual Millet, y hay unas cartas en las que Millet le dice a Vives que está muy bien la música que hace, pero que eso de ir a Madrid... Y eran muy amigos. Se encontró con que sus amistades le presionaban. Le pidió a Cambó que le hiciera un teatro lírico catalán, y éste se lo permitió pero no lo construyó nunca.

-¿Por qué en Barcelona se ve la zarzuela como algo madrileño?

-Allí tuvo mucho éxito hasta hace cuatro días. En la Barcelona de los años 50 había muchos teatros de barrio y casinos, y una vez al mes hacían zarzuela. Pero Cataluña sufre esas metamorfosis. Los toros que habían tenido un éxito enorme, prohibidos. La zarzuela, del antiguo régimen, de Franco, la caspa española. Pero no había sido así.

-Espero que no la prohíban, como han hecho con los toros.

-No, la zarzuela tendrá un renacimiento, estoy convencido. Los jóvenes directores se interesarán. Tenemos partituras fantásticas, hay catalogadas 11.000 zarzuelas. Con que sólo 100 fueran de primera, eso es ya un repertorio riquísimo.


El autor del himno «La balanguera»
Albert Boadella (en la foto, durante un ensayo de «Amadeu») habla con pasión del mundo de la zarzuela, de sus músicos y letristas, aunque algunos argumentos a veces flojearan: «Imagínate, Fernández Shaw por ejemplo, o el propio Federico Romero. Hay grandes letristas. El problema a veces, de los argumentos, es que en el pasado reciente es más viejo que el de hace 500 años. Estamos dispuestos a concederle importancia al «Orfeo» de Monteverdi, que la tiene sin duda y es magnífico, y podemos despreciar «Doña Francisquita», que, en fin, las diferencias no son tan grandes». Así, Boadella recorre en este montaje, que dirige musicalmente el maestro Miguel Roa, la obra musical del compositor, desde «La generala», de la que se escuchará «La canción del arlequín», y «La chipén» (sonará «Las fumadoras»), hasta el dúo de «Bohemios», y, por supuesto, «La canción del ruiseñor», «Siempre es amor» y «Por el humo se sabe», de «Doña Francisquita». También se oirán el coro de la bohemia, la canción «El emigrant» y «Amor es Gloria», de «Bohemios». Para amantes de la zarzuela, ahí va algún detalle más: la orquesta hará sonar también «Maruxa» e incluso «La revoltosa», de Chapí. Y cuenta que en el montaje aparece «ese mundo sentimental de las canciones catalanas que él compuso, muy carismáticas, por ejemplo el actual himno del Mallorca, "La Balanguera", es música suya, una canción dulcísima, preciosa, que sirve ahora para cabrearse contra España. Eso lo visualizo en escena: la parte de la dualidad sentimental».