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Misioneros «marca España»

Más de 14.000 españoles dan su vida en proyectos de ayuda al desarrolloConsulte el documento adjunto para más información

Misioneros «marca España»
Misioneros «marca España»larazon

MADRID– Hay 14.000 españoles sirviendo como misioneros católicos por todo el mundo. Los hay, muy numerosos, en países cercanos en lengua y cultura, como los 969 que difunden el Evangelio en Perú. Y los hay en culturas remotas, como los tres españoles de Papúa Nueva Guinea, los 26 de China o los 17 de Indonesia. Todos ellos cuentan con el apoyo desde España de sus diócesis de origen o de sus órdenes religiosas, y también con el de los fieles de a pie, que se expresará este domingo a través de la colecta del Domund y que recoge y redistribuye Obras Misionales Pontificias. Luis Jiménez, delegado de Misiones en Málaga y misionero de la Consolata, señala que «la Iglesia local se constituye como una gran sinfonía»: en una selva remota pueden coincidir dos religiosas de una congregación, un sacerdote de otra, una familia misionera de un movimiento laico, y trabajar todos juntos. Cada verano, unos 10.000 jóvenes españoles dedican unos días a tener una experiencia misionera. Algunos van a misiones un par de meses. Caty Alberti, delegada de Misiones en Mallorca, explica que así va calando en ellos el sentir misionero y que ellos contagian su entusiasmo a otros jóvenes. Pero en los países de misión lo que se necesita, sobre todo, son personas maduras en su fe y con un compromiso, radical, de por vida, que puedan construir comunidades cristianas donde muchas veces no han existido antes. Por eso, la formación de un misionero no se improvisa. Luis Pérez Hernández es un caso extremo: entró en el noviciado de los misioneros javerianos con 16 años pero no se estableció en una misión, en Sierra Leona, hasta casi 30 años después. Antes dedicó muchos años a animación vocacional, viajó por 18 países de tres continentes como provincial y consejero general de su orden, etc... Y en 1999 se estableció en la misión javeriana de Freetown, en Sierra Leona, en plena guerra.

«Habían saqueado la misión tantas veces que ya no quedaba nada que robar. Los rebeldes, el día de Reyes, nos secuestraron a 5 javerianos, algunas religiosas de la Madre Teresa y al arzobispo de Freetown, para que su causa resonase en los medios de comunicación», explica. «Algunos de nuestros secuestradores eran niños soldado que se habían escapado de su batallón, se habían refugiado en nuestras misiones y los rebeldes habían vuelto a capturar y reclutar. A las 7 de la tarde, los rebeldes volvían cansados, drogados y enfadados porque estaban perdiendo posiciones. Podía pasar cualquier cosa. A los 15 días, durante un bombardeo, huyeron olvidándose de algunos de nosotros. La gente de los pueblos, incluyendo a muchos musulmanes, nos escondió de los rebeldes. Un día entero lo pasamos bajo una cama. Otro día, en un lavabo. En medio de un tiroteo conseguimos llegar a sitio seguro. Pero mi fe creció esos días, la fe me dio serenidad y sentí la cercanía de la Presencia de Dios». Hoy ya no hay guerra allí, pero perdura la pobreza y los misioneros buscan ayudas que ellos saben apurar.