América

La Paz

Evo Morales: el ecologista arboricida por Alfredo Semprún

La Razón
La RazónLa Razón

El acrónimo «TIPNIS» significa «Territorio Indígena Parque Nacional Isidoro Securé». Ocupa más de un millón de hectáreas en la región boliviana del Beni, si bien, en la nomenclatura del Virreinato se le denominaba más comúnmente como «Moxos». Sus habitantes originales tuvieron una larga experiencia en guerras de resistencia (desde los guaraníes a los españoles, pasando por los ejércitos andinos del Inca), aunque sin demasiado éxito. Sus tierras son hermosas, relativamente bien conservadas y están surcadas por grandes ríos. Con una economía de subsistencia, a la que apenas comienza a llegar el turismo, el parque y las comarcas que lo rodean siempre han sido un botín apetecible para los colonos procedentes de las tierras secas y áridas del altiplano. Cocaleros, por supuesto.

Una nueva oleada de huelgas y marchas sacude Bolivia

El «gran defensor de la Madre Tierra», la ONU dixit, Evo Morales, firmó un acuerdo con una empresa brasileña para construir una carretera que atraviesa el parque nacional por su justo medio. El objetivo, laudable, es llevar las comodidades de la vida moderna a los indígenas, facilitándoles la salida de sus productos hacia los mercados. Pero los indios, que no son nada tontos, no olvidan que Evo Morales defiende los intereses de los cocaleros bolivianos, a cuyo frente hizo el camino hasta la Presidencia de la República. La lucha contra la coca, y sus estragos, no es de ahora –ya lo intentó la Iglesia en tiempos de la conquista–, pero la maldita planta resiste lo que le echen, enraizada en un laberinto de intereses. Sé que con los argumentos a favor de la coca se puede hasta tocar el violín, pero los hechos son tozudos. Masticada con cal para precipitar el alcaloide, sirvió al inca como instrumento de dominio sobre los pueblos conquistados, y, también para lo mismo, a los criollos. Hoy, es la base del gran negocio de la cocaína y su consumo global.

Como en la experiencia política de Evo Morales está firmemente arraigado el principio de que lo que no se gana en las urnas se puede conquistar en la calle, cuando, en septiembre del año pasado, los indígenas del TIPNIS consiguieron llegar a La Paz tras una dramática marcha de protesta que costó muertos y heridos, el presidente se apresuró a darles la razón y firmó una ley que declaraba inviolable medioambientalmente su territorio y daba por cancelada la carretera. Ya había hecho lo mismo con el «gasolinazo»: rectificar ante la toma de las calles por las clases populares. El caso es que los indios de Moxos se volvieron tan contentos a casa, fiados de la palabra del presidente y, sobre todo, del decreto.

Pero, claro, uno se debe a quien le ha aupado al poder, el poderoso sindicato cocalero, que no parece estar dispuesto a perder nuevas zonas de cultivo y, más, si están bien comunicadas con los mercados. Así que, con la ayuda del vicepresidente Linera, que, además de marxista de libro y rico criollo, es el cerebro mejor amueblado del Gobierno de Bolivia, Morales se ha sacado de la manga una ley de «consulta previa» para reconsiderar el asunto. Dada la diferencia de población, cualquier consulta supondrá la derrota de los indígenas. Están de nuevo en marcha, hacia La Paz, pero con menos apoyos que la vez anterior. Linera es especialista en organizar movimientos paralelos, afines al Gobierno, y ya han surgido varias «asociaciones populares» en el Beni en favor de la carretera. Es de temer que las tierras del jaguar tengan los días contados.

De todas formas, es sólo uno de los problemas del presidente. Mientras cae la producción de alimentos y se dispara la inflación, las medidas de ajuste sacan a la gente a la calle. Médicos y sanitarios protestan porque les quieren aumentar el horario laboral a ocho horas diarias y los mineros exigen subidas del 8 por ciento. Al parecer, la nacionalización de REE no es el bálsamo de Fierabrás.



Siria: Al Qaeda entra de lleno en la guerra sectaria
En la imagen, escenas del doble atentado en Damasco contra edificios del Gobierno que costaron la vida a medio centenar de personas. El ataque lleva el sello de Al Qaeda y como tal ha sido reivindicado. Aunque, en Washington, el secretario de Defensa, Leon Panetta, asegura que «no tienen informes de cuáles son sus actividades exactas», en el mundo árabe todos están al cabo de la calle de sus intenciones: exasperar el enfrentamiento sectario entre la mayoría suní y los chiíes que apoyan al Gobierno de Asad. Es la misma táctica que en Irak y persigue idéntico objetivo: la creación de un califato islámico suní, regido por la «sharia». De momento, conseguirán que los amenazados –cristianos, laicos, alauitas, drusos y kurdos– prefieran el «mal menor» del actual régimen. (Foto: Ap)



El pájaro canta
Para hoy, domingo, estaba previsto que terminaran las declaraciones del general venezolano y ex juez del Supremo Eladio Aponte ante los oficiales de la DEA. Huido a Miami, este viejo colaborador de Hugo Chávez está acusado de mantener estrechas relaciones con el principal capo de la droga de Venezuela, Walid Makled. Ha dado información sobre la corrupción en el Gobierno y en el Ejército bolivariano, pero, también, sobre la sumisión del Poder Judicial. Chávez, que ha vuelto de Cuba, ya ha dicho que serán invenciones.