Historia

Sevilla

Gigante por Lucas Haurie

La Razón
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El mundo del que disfrutamos hoy en Occidente, porque a pesar de todo lo disfrutamos, se lo debemos en gran parte a Juan Pablo II, más allá de las convicciones religiosas que uno pueda tener. Churchill fue el león que derrotó al nazismo, Adenauer y De Gaulle reconstruyeron Europa en la posguerra y Karol Wojtila, junto al presidente Reagan y a la «premier» Thatcher, arruinaron al ogro comunista con la acción combinada de un crecimiento económico sin precedentes y una audacísima diplomacia. Sobre las espaldas de estos seis personajes descansan, gracias a sus victorias frente a los dos grandes totalitarismos, las escasas democracias que perviven en el planeta en este comienzo de siglo. Se contemple desde la perspectiva católica, como Sumo Pontífice, o desde un punto de vista laico, como un influyente líder político, es innegable la genialidad de este polaco al que Sevilla erigirá una estatua para rabia de izquierdistas sectarios (valga la redundancia) anclados en la Guerra Fría. Sin considerar el legado moral de su papado, por ser cuestión personal de cada cual, el personaje no merecería un monumento sino una galería completa. Los estrechos de miras reducen este gigante a una caricatura carca. Preferirían un monolito dedicado a Pilar Bardem.