Santander

Toros de Victorino para no perder detalle

Victorino cerraba la Feria después de pasar por alto su San Isidro, nuestro San Isidro. Y no ha sido lo mismo, sin que el ganadero de Galapagar pusiera la guinda al pastel.

Toros de Victorino para no perder detalle
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Se lo puso al de Santander con una corrida variada, pero que no dejó impasible a nadie. Nos mantuvo atentos, con la mirada puesta en el ruedo mientras advertíamos que los toros mantenían la mirada fija en el torero, una especie de duelo implícito que lanzan los de victorino a los valientes que se visten de luces para plantarles cara. Lo hicieron tres veteranos, el más joven era El Cid, con diez años de alternativa. La corrida era cinqueña, con menos pitones que otras de Victorino que apuntan al cielo, pero de largo recorrido en las dehesas. Y resultó variada en el juego. Si el que cerró plaza fue un cabroncete desde el principio, otra cosa fueron los cinco primeros. Todos, de una manera u otra, tuvieron que torear. Los toros de El Fundi, primero y cuarto, parecieron cortados por el mismo patrón. Se repetía la historia. Qué casualidad. Un mundo les costaba coger la muleta y no al torero por el pitón derecho pero se desplazaban con mucha más claridad por el zurdo y hasta podríamos decir que mejoraban. La faena del madrileño al que abrió plaza fue de menos a más, como si se lo fuera creyendo, pero no acabó de comulgar al cien por cien. En un sí pero no, se le fue la del cuarto, a la que le faltó temple en el trazo. Los mejores momentos llegaron en el ocaso. Antonio Ferrera resultó el mejor parado de la tarde. Una oreja cortó del quinto después de poner en pie a la gente en el tercio de banderillas. El tercer par al quiebro lo mereció. Era toro revoltoso, rápido de movimiento, de agudeza mental. Ferrera no le obligó nunca y el toro fue a su aire en un trasteo que gustó y fue premiado, a pesar de que la estocada, a la primera, le cayó abajo. Hizo el esfuerzo con el segundo, que fue el victorino que más rápido se orientó (sin contar el sexto que venía orientado de serie). El Cid se las vio con el malvado sexto y no perdió un minuto. Pase por aquí y por allá y espada. Reponía el tercero, que siempre quería coger, lo que fuera, muleta, y alguna vez encontró muslo... El afán de El Cid no tapó la ligereza de la faena que quedaba al descubierto. El toro tenía más, de una corrida que también tenía más. Parece que a esta temporada le cuesta encajar piezas.