Estreno

En este país otra vez

Quien recurre al «país» es algo más que un secesionista «in pectore». Ya ha abierto la puerta a la escisión de su Yo. 

La Razón
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Últimamente se vuelve a escuchar la expresión «este país» para hablar de España. Es una de esas frases afortunadas, dijo Larra, que nacen en buena hora y se derraman por todo un Estado. (Larra decía una nación, pero eran otros tiempos, más aguerridos.) Larra apuntó también que, en contra de lo que ocurría con otras expresiones, ésta sobrevivía al paso del tiempo. Estará sorprendido al ver la larga supervivencia de la frase, que sigue utilizándose casi doscientos años después de que él mismo la criticara en un artículo justamente célebre. Allí Larra se la atribuyó a don Periquito, modelo de lechuguino petulante. Si la habitación de don Periquito está hecha una leonera es, ya se sabe, porque «este país» no tiene remedio. Y si no se vende ni un ejemplar del folleto que don Periquito se ha atrevido publicar, también es porque en «este país» no lee nadie. Así todo.Hoy la coletilla de «Este país» sirve para lo mismo. Quien recurre a la expresión alude a una explicación que no explica nada, pero que le permite poner a salvo su responsabilidad. Parece que quien dice «este país» o «en este país» no viviera aquí, en España, y estuviera exento de cualquier responsabilidad sobre los problemas comunes de los que habla y de los que se queja. Y así es, en cierto modo. Más que una explicación, «este país» significa una queja. El mundo, o el Estado, no tratan bien a quien lo dice, y el quejumbroso sugiere la conveniencia de una reparación, algo así como el pago de la deuda histórica para nuestras Nacionalidades, siempre agraviadas. De hecho, quien recurre al «país» es algo más que un secesionista «in pectore». Ya ha abierto la puerta a la escisión de su Yo. «Este país» nos significa de paso, por si no nos habíamos enterado, la irreparable pérdida que habremos de sufrir el resto de los españoles de cumplirse la amenaza implícita.(El tema de la secesión no es accidental. Durante bastante tiempo se usó la expresión para no decir España. En este sentido, tan grosero, lo siguen utilizando algunos políticos particularmente desatentos, como Leire Pajín y algún otro.)Hay un antídoto para el uso de esta expresión, y es que cada vez que sintamos la tentación de recurrir a ella intentemos sustituir «este» por «nuestro». Si decimos «nuestro país» en vez de «este país» (reconozco que decir «nuestra España» resultaría un poco melodramático), ya no podremos aducir una simple coletilla verbal como explicación. Además, quizá nos aproxime a una solución. Si se vuelve a oír «este país», es porque, como en otras etapas de nuestra historia, que considerábamos superadas, ha vuelto la sensación de que la actual situación no tiene salida. De la política saltamos a la metafísica, cochambrosa, pero metafísica al cabo, y en vez de imaginar soluciones empezamos a volver a la especulación sobre el ser de España. Así no vamos a ningún sitio. Lo propio de «este país», lo sabemos de sobra, es que no tiene remedio.