Roma
La Meca
Que digo yo que por mucho que nos queramos acercar, somos tan diferentes como la madre de todas las batallas que nos parió. Que ya podemos abrazarnos entre mezquitas e iglesias, darnos besos en la boca con el patriarca ortodoxo o rozarnos la nariz con un eclesiástico protestante del Artico, que cuando los más radicales dicen que les hemos tocado los cataplines, tiembla Roma. Y como tenemos la obligación de seguir siendo tolerantes porque eso es progre, modelno y cool, pues hala, que la Discoteca La Meca tiene que llamarse a partir de hoy La Isla. Y digo yo que como alguno de los otros que llevan sayas se mosqueen, habrá que cambiar más rótulos que en Cataluña. Porque San Mamés es La Catedral, el mercado de La Unión es la del cante. Que muchas veces, cristianos, protestantes, mahometanos y agnósticos comemos o cenamos en la taberna del abad, el claustro de no se qué, la abadía de mi primo Emeterio o el frontispicio de mi prima Manoli. Y nadie se arranca las barbas de cuajo ni desenvuelve el kalashnikov de internet para amenazar de muerte al empresario. Y si no, probad mañana a poner una ermita en el centro de Kabul, que veréis la risa. La intolerancia va por barrios y hoy le ha tocado a la Disco La Meca. Lo mismo le pudo tocar al dueño de La Meca de los pantalones, pero eran otros tiempos y había otros caínes. Y ZP empujando con lo de la Alianza. Ilusos. Que haya alivio.
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