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Criar hijos como en el «paraíso»

Son alimentados con leche materna, utilizan pañales de tela, no se vacunan, no van al colegio... Una tendencia cada vez más extendida que busca la vida «pura» 

Criar hijos como en el «paraíso»
Criar hijos como en el «paraíso»larazon

Dormir con nuestros hijos, amamantarlos a demanda, portearlos a cualquier lugar, utilizar pañales de tela y, en algunos casos, no vacunarlos y practicar el «homeschooling» en lugar de escolarizarlos. Éstas son sólo algunas de las propuestas de una corriente denominada «crianza con apego», que vive un nuevo auge.

La palabra «apego» deriva del inglés «attachment» y fue acuñada por John Bowlby en los años 50 con sus postulados del «attachment theory». Desde entonces se han realizado infinidad de estudios que han demostrado que los bebés que tienen una relación cercana a sus padres (en los recién nacidos, principalmente la madre), son más tranquilos, se desarrollan mejor a nivel emocional, motriz y cognitivo, tienen más seguridad y se independizan antes. Según el norteamericano –y pediatras españoles que siguen esta teoría, como Carlos González o Adolfo Gómez Papi, autor de «El poder de las caricias»–, un inadecuado vínculo en la infancia podría conllevar desórdenes psicológicos futuros. Tanto es así que el Dr. Bowlby propuso la hipótesis de que la privación materna no sólo causaba depresión en la niñez, sino también incapacidad para establecer relaciones saludables en la vida adulta.

«Nunca deberíamos esperar cosas más allá de las capacidades del pequeño –dice Juan, de Tarragona–, porque así evitamos la frustración». Para estos padres, disciplina significa orientar a los niños, «mostrarles las consecuencias naturales de sus actos –matiza Marta, su mujer–, la escucha, la modelización y descartar los medios punitivos como el cachete». Piensan que un bebé es mentalmente incapaz de manipular para conseguir la atención de sus padres, a diferencia del doctor Eduard Estivill, quien con su libro «Duérmete niño» sostiene que «un método de adoctrinamiento conductista que no trata los trastornos del sueño y que somete a los niños a los deseos de los padres, haciéndolos insensibles a sus necesidades básicas».

Dormir en familia
Pasados los primeros tres años, Marta se reincorporó al trabajo y Juan se ha quedado en casa, para cuidar al pequeño, que, como otros 4.000 niños en nuestro país, practican el «homeschooling», estudiar en casa con diferentes modelos y por distintas razones. El padre, licenciado en Empresariales, se siente capacitado y sólo pide el «reconocimiento de esta educación y la posibilidad de que estos niños se puedan presentar a exámenes libres a los 16 años sin sufrir discriminación».

Susanne Wittkamp (madre de dos hijas, asesora de portabebés con formación por la Escuela Alemana Trageschule NRW y copropietaria del centro Naturabebés) argumenta lo que significa para ella esta corriente de crianza: tener un parto vaginal sin grandes intervenciones, no ser separada de mi hijo tras el alumbramiento. Al bebé no le importan ni las cunas de diseño ni los cachivaches variopintos que la industria de la puericultura se inventa».

Este vínculo afectivo se va afirmando con la lactancia materna. En su primer año de vida, el bebé sólo puede existir a través de la madre. Es completamente indefenso, no puede hablar, ni caminar. La madre tiene que entender sus señales para darle de comer, mecerlo si está cansado, y entretenerlo si está aburrido. Según ella, venimos equipados con los mismos instintos que los niños que nacieron en las cuevas de Atapuerca. Su necesidad de estar en brazos es innata, ya que el bebé que se quedaba solo no duraba mucho: o se le comían los animales o se moría de frío.

«¡Que levante la mano aquel que le guste dormir solo! A mí no me gusta, a mi marido tampoco. ¿Por qué le iba a gustar a mis hijos?» –dice, enfática, Susanne–. Dormir con los bebés ha sido norma habitual en casi todas las culturas. No obstante, en las sociedades occidentales contemporáneas esta práctica despierta dudas. En «Dormir con tu bebé: una guía para padres sobre el colecho», el Dr. James McKenna –autoridad mundial sobre la materia– examina por qué las recomendaciones simplistas contra todas las formas de «colecho» no sólo carecen de base científica, sino que además son moralmente erróneas.

Quienes lo practican defienden los potenciales beneficios de el niño –o niños– duerman junto a sus padres, en la misma cama o adaptando la cuna. «Nuestros hijos y nuestros corazones nos piden lo mismo que recomienda la ciencia y practicaban nuestros ancestros: darnos calor. Además, para las madres que amamantan, no tiene que levantarse en mitad de la noche. Se vuelven a dormir, tanto ellas como los pequeños. Dormir en familia es lo normal en gran parte de mundo, menos en EE UU y Europa», aclara Susanne Wittkamp.

¿Sin vacunas?
¿Forma parte de este tipo de crianza la no vacunación? En este punto hay discrepancia. Susanne y Toni Moll –de Vilanova i la Geltrú– sí han vacunado a sus hijas, pero Juan y Manuela –de Barcelona– no. Tienen tres hijos de siete, cinco y veintiún meses. «Dimos con un pediatra abierto que nos informó bien. Algunas vacunas pueden provocar reacciones muy adversas en niños menores de seis años, cuyo sistema inmune no está al cien por cien. Aunque a los mayores les he dado lactancia hasta los cuatro años, no soy ilusa y sé que no los protege de todas las enfermedades. Pero son niños sanos y no me parece mal que pasen las enfermedades benignas», concluye Manuela.

Los pediatras alertan (entre ellos, Javier Aróstegui, miembro del Consejo Asesor de Vacunas del Departamento vasco de Sanidad): «Cada vez son más los padres que, por ignorancia o esnobismo, deciden no proteger a sus pequeños contra enfermedades contagiosas como el sarampión. Con su decisión, ponen en juego la vida de sus hijos y la de su entorno». La situación es tan grave que los médicos no dudan en pedir que se castigue con sanciones penales a los padres que se nieguen a vacunarlos, como en Australia. «Si me obligan ha hacerlo, creo que tendría un serio problema con las autoridades», sentencia Manuela.

El porteo
El porteo consiste en que las madres lleven a sus bebés encima. Pueden pasear por la playa, la montaña, bajar al metro, coger el autobús y hacer las tareas de la casa con él. «Si lo haces, tienes un bebé que no llora –porque suelen hacerlo para reclamar contacto–, crecerá mejor a nivel motriz, cognitivo y sensorial, porque está en constante movimiento, y su sentido del equilibrio se ejercita. Gracias al permanente contacto con la madre desarrollará lo que se llama la propiocepción, que es el sentido que informa al organismo de la posición de los músculos, la capacidad de sentir la posición relativa de partes corporales contiguas», argumenta Susanne Wittkamp, practicante de «la crianza con apego».

¿Quién aprende más: el niño que se pasa el día en la cuna mirando al techo o el que se mueve con su madre y observa todo? «En el primer año de vida se forman muchísimas conexiones neuronales. Está demostrado que los bebés que apenas tienen contacto hacen muchísimas conexiones menos que los niños que son atendidos. Este triste descubrimiento se hizo con las criaturas abandonadas en orfanatos de diversas dictaduras del mundo», sostiene Toni Moll.

No lloras... y mamas
Tiene muchas ventajas para la madre y el bebé, al igual que la lactancia. «¿Por qué dar biberón si no hace falta? –pregunta Susanne–. A la madre: el útero se contrae más rápidamente después del parto, pierde antes el peso ganado durante el embarazo, se reduce el riesgo de padecer cáncer de mama y no se pierde la relación única con tu hijo. Para el niño: ninguna leche artificial se acerca a las cualidades de la leche materna, que cambia con las necesidades del bebé y contiene anticuerpos. Es la leche óptima para el sistema digestivo inmaduro del niño. No causa alergias ni intolerancias, está siempre a la temperatura óptima, no requiere preparación y ¡viene en un envase bonito que le gusta al bebé!».

Para quienes la practican, la crianza con apego no entra en confrontación con la liberalización de la mujer, porque en los países que existe un Estado del Bienestar desarrollado, ellas pueden permitirse estar más tiempo con sus hijos, amamantarlos y ejercer la paternidad responsable. «No es aguantar al niño, sino el deseo de estar con él», explica Toni Moll. Acaso sea una maravillosa vuelta de tuerca a la «mamiferización» y el retorno a la naturaleza. Incluso a tiempos muy lejanos.

 

Pañales de tela (y de segunda mano)
Toni Moll, «experto en pañales de tela», nos explica que «los pañales desechables presentan muchos problemas medioambientales, tanto a nivel de residuos como de gasto de recursos. La gente puede imaginar un pañal hecho de paño con un cobertor blanco de plástico y un imperdible...Pero no son así. Son divertidos y cómodos, más transpirables. Suponen un gran ahorro, porque sólo se necesitan unos 20 por bebé (mientras que el promedio de los desechables es de entre 4.500-6.000 generando unas 2,7 toneladas de residuos). Además, pasan de hermanos a primos e incluso en países centroeuropeos a menudo se venden de segunda mano. En España se está extendiendo su uso, hay ayuntamientos que adquieren pañales de tela para sus guarderías y otros, que subvencionan su adquisición por parte de las familias.