Teatro

Comunidad de Madrid

«Tosca»: Voces de altura en bruto

De G. Puccini. Intérpretes: E. Matos, A. Machado, J. Pons, V. Lanchas.. Dtor musical: M. Á. Gómez Martínez. Dtor. escena: J. Dew. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Teatro San Lorenzo de El Escorial, 24-VII-2010

La Razón
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El plato fuerte del Festival de El Escorial era sin duda «Tosca», como pudo comprobarse por el lleno de la sala. La representación alcanzó una calidad global lo suficientemente buena como para dejar al público contento. Ya nadie parece esperar que el Festival recupere la ambición de sus orígenes y sólo se trata de poder disfrutar de espectáculos dignos. Fue una «Tosca» en bruto en cuanto al apartado vocal pues, por diferentes causas, en los tres protagonistas faltaron sutilezas referidas a filados o pianos que también son posibles en Puccini. Elisabete Matos ofreció una Tosca a la antigua, bastante lejana a lo que hoy se acostumbra. Ahora se escuchan en el papel sopranos casi ligeras, incapaces de responder a lo que el papel demanda en centro y graves. Matos posee el tipo de voz para la que se creó el personaje, de lírico-spinta. Por eso hizo justicia a frases como «Vedi, io piango», llenas de contenido dramático. Cantó el «Vissi d'arte» como en su día una Milanov, supliendo filados con intensidad expresiva. Una Tosca de carne y hueso. Aquiles Machado y Juan Pons han adelgazado lo indecible. El primero mostró un buen estado vocal, cantando con gusto un Cavaradossi que exige mayor peso en el centro. Esa pesadez de la partitura para su voz le impidió mayor matización en frases como «disciogliea dai veli» del «Adiós a la vida». Aquello de «quien tuvo y retuvo» es aplicable a Pons, cuyo Scarpia resultó encomiable por la intención en cualquier momento de fraseo –así la musitada «Hai ben compreso?» a Spoletta– y por la prestancia escénica. Tiene muy trabajado el personaje y lo domina a la perfección.

Calidad de sonido

Miguel Ángel Gómez Martínez realizó un gran trabajo con una orquesta no experta en ópera y «Tosca» no tiene nada de fácil. La hizo sonar con calidad y pudo profundizar en lograr lirismo de tempos sosegados en pasajes como el final del segundo acto, transmitiendo todo el efectismo a los más teatrales. John Dew naufragó en una puesta en escena que no calculó espacios, que destrozó el final de la obra y que tuvo que abandonar los ensayos por discrepancias con sus compañeros de trabajo.

Gonzalo ALONSO