Vodevil muy artístico

MADRID- Es un día frío. Bajo el puente, un tren echa humo en la Gare St. Lazare. Al fondo, puede verse una mole gris. Es fácil que a algún lector le suene la descripción: este tranquilo paisaje parisiense es el que Claude Monet dibujó en 1877. El cuadro «Le Pont de L'Europe» se convirtió en una de sus obras más célebres. Una reproducción que adornó durante años el hogar familiar de Luis Antonio Rodríguez Juan. Hace que, cuando años después éste decidiera escribir y dirigir una comedia de enredo cuyo argumento gira alrededor de un falsificador de obras de arte, estaba claro qué cuadro sería el elegido como leitmotiv.

En «El encargo», un vodevil de aire clásico sin más pretensiones que hacernos reír un rato –el arte es sólo una excusa, no esperen profundas disquisiciones sobre el impresionismo–, el protagonista, Cédric, es un falsificador de renombre. Así que, cuando desaparece el citado Monet de un museo, comenzará a recibir llamadas de gente interesada por uno u otro motivo en sus servicios para crear una réplica. Y no serán uno ni dos, sino hasta tres encargos: por un lado, un influyente mafioso; por otro, un obispo; y por último, un amigo del artista que también tiene vista para los negocios y quiere sacar tajada. Si le suman una vecina metomentodo que desde el principio de la obra se confunde de piso, interpretada por Esther Fernández, y una planta de marihuana de la que saldrán unas curiosas infusiones, tenemos.... lo han adivinado: un vodevil en toda regla.

Y a mucha honra. Lo cuenta el protagonista de «El encargo», José Tejado: «Es una comedia de entradas y salidas, en la línea de ese teatro español de siempre». Y explica el actor que la función le guiña un ojo al humor de los hermanos Marx, al de Woody Allen, y a otros clásicos por el estilo.