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Torrija Santa

La Razón
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Hoy es Viernes Santo y no sé si es buen día para hacerles una confesión: yo, María José Navarro, natural de Albacete, mujer de gran nariz, Acuario y atlética por los cuatro costados, no soy muy semanasantera. Bueno, y a mí qué, dirá el lector, y no le faltará razón. Les cuento esto así para empezar porque si no, no entenderán lo que la Semana Santa significa ahora para mí: desde hace ya un tiempo vivo con un semanasantero impenitente, válida sea por una vez la paradoja cuaresmal. Yo de jovencita soñaba con un príncipe rojiblanco, de porte fernandotorrístico y poco aficionado a las procesiones y, cosas que pasan, al final me tocó un señor con gafas y un programita de mano que se sabe por dónde pasan todas y cada una de las procesiones de Sevilla, Málaga, Córdoba, Cádiz, Murcia, Zamora y algún otro sitio que se me escapa. Al principio no me dijo nada el tío, pero yo, sagaz periodista, iba atando cabos. Los viernes de Cuaresma no comía carne, que es lo suyo, y hasta ahí no había sospechas; algo menos frecuente era su afán por recorrer casas de comidas buscando los mejores potajes de vigilia y las largas conversaciones con las cocineras sobre cuándo echar el huevo duro. A este comportamiento, quizá aceptable, siguieron los canturreos de marchas piadosas y el andar con cadencia de nazareno durante los meses de marzo y abril, balanceando el cuerpo de lado a lado al compás de un tambor imaginario, del sonido de tambores que se le queda a una dos semanas en la cabeza tras ver un rato de procesión.

Los planes de Semana Santa en los últimos años han girado, como imaginan, en torno a qué procesiones ver, en qué ciudad, qué día, buscando el punto exacto en el que cada paso cruza la mejor vista de la ciudad. Con todo esto queda claro que no hace falta ser Perry Mason para tener claro lo que le gusta a este hombre, pero, por si había dudas, queda un último alarde cofrade: la torrija. Torrijas de leche, torrijas de vino, torrijas de miel, torrijas de todo tipo y en todas partes. Torrijas cuadradas, ovaladas, grandes y pequeñas, torrijas para desayunar, de postre, de merienda y cena. La búsqueda de la torrija como quien busca el Grial, el peinado de la geografía patria en busca de la torrija perfecta, la madre de todas las torrijas. A una, ya se lo imaginan, le espantan las torrijas, pero a todo el resto le ha pillado el punto y ahora le gusta. Disfruten.