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Murcia

Deriva por Pedro Alberto Cruz

La Razón La Razón

Hoy es uno de esos días en los que son tantos los temas que llaman a la puerta, incluso a las ventanas, que es difícil decidirse por uno. Presupuestos, enseñanza (es paradójico que en una manifestación reciente en Murcia, entre otros eslóganes «más viejos que el techo del Malecón», se gritaba «más educación» para, sin pausa, continuar con el consabido «hijos de puta», pura lógica petitoria), resultados electorales, nacionalismos, rescates, déficit, etc., son las moscas pesadas que tratan de atraer mi atención desconcentrándome…

Pero, de entre todos, hay uno que levanta más la voz, quizá porque directamente se relaciones con todos, y a consecuencia de esa relación sufra lo que podíamos llamar efectos colaterales. El tema no es otro que la deriva de una formación política, pérdida en sus propias contradicciones ideológicas, y movida por el viento de la ley de acción/reacción (digo lo del viento por la cosa metafórica y por el título de la «irreflexión»), inexorable e insobornable cuando se pone en marcha.
¿Qué puede esperar un partido que ha sido gobierno y aspira a serlo de nuevo, y cuya hoja de servicios se encuentra llena de tachones y trampas, saliendo a la calle, animando las más disparatadas propuestas, tratando de ponerse a la cabeza de movimientos que pretenden dinamitar las bases del sistema, cuando ellos han vivido, viven y quieren seguir viviendo de él? Retroceso, hundimiento, porque una nave que va a la deriva, y se empeña en costear cerca de los rompientes, termina zozobrando, y con los marineros/votantes huyendo del naufragio.

Algunos ya no vuelven a embarcarse, otros buscan un nuevo capitán en otro barco (más trasnochado, si cabe), y los más ciegos, aún con el agua al cuello, animan a adentrarse en los bajíos. Tratar de borrar el pasado cuando todavía se es presente y se pretende ser futuro, engaña a muy poca gente (diría que sólo a los que quieren seguir engañados), y eso pone en marcha la ley citada, implacable al impartir justicia.