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China

Es peligroso asomarse al exterior

La Razón
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Cuando un joven, con suficiente preparación universitaria, no encuentra trabajo ni se puede desarrollar profesionalmente en su país, la desesperación lo desalienta y lo sumerge en el fatalismo. Entiendo perfectamente a esta juventud española actual, como a la de tantos otros países; entiendo esa paralización imaginativa para escapar de la situación. Si todo se presenta como imposible, la imaginación parece proponer cosas ridículas. –«¿A dónde vas con esas pretensiones? En estos tiempos, eso que tú te propones es ridículo».

¿Para qué imaginar, para qué soñar, para qué vivir con el deseo de forjarnos a nosotros mismos, si no hay la menor posibilidad de que podamos conseguirlo? Hace más de sesenta años yo viví lo mismo. También entonces «todo era imposible». Todo lo que no fuera bajar de categoría, ganarse la vida en oficios cada vez más bajos. Una juventud desalentada y despreciativa, desdeñosa e irrespetuosa.

No sabría ponderar lo despreciativo y desdeñoso de lo español que yo era entonces. Sólo respetaba, por inclinación natural hacia el arte y la literatura, «La vida es sueño» y «Las meninas». Pero del resto «je m'en futais». Lo digo en francés para restarle grosería. Tuve que salir de España y permanecer mucho tiempo fuera, para recuperar algo de patriotismo. Pero ya sometido a una deformación. Ya se comprenderá lo difícil que puede resultar para cualquier país recuperar la confianza de una ya «vieja juventud emigrante y desalentada, atraer a sus hijos, para que participen en el sistema local y convertirlos en españoles conscientes». –«¡Y un jamón!», como se decía entonces. Son muy pocos los que se acogen de nuevo a su país de origen.

Deseo probar esta curiosa deformación patriótica que han sufrido tantos emigrantes de un cierto nivel intelectual, que se integran y se ganan la vida en una sociedad foránea. Se han convertido en españoles irrecuperables, juzgan al país desde fuera. Ante cualquier evento, inevitablemente dramático, se dicen. –«¡Claro! Es natural que así suceda siempre en España». Y en otras partes del mundo, ¿qué? Esta lamentable deformación, también es inevitable.

Lo que a muchos de mi generación nos ha ocurrido como curiosa distorsión del sentimiento patriótico, lo he podido comprobar en mi trato con la actriz María Casares o con Mariquiña del Valle-Inclán, que ya eran de un patriotismo nostálgico y deformado, literario… Algo muy parecido a esto que cuento les ocurrirá a muchos jóvenes que, bajo el mismo látigo social y económico, terminarán por exiliarse. Así es de peligroso «asomarse al exterior» pidiendo socorro.

¿Y qué es lo que me ocurre a mí? Una deletérea subversión de valores por impregnación cultural del país en el que pudimos encontrarnos, realizarnos, «completarnos»… Ahora, no soy más que un mal español, que sigue mirando a España desde fuera. La siento más a través de Debussy, de Chabrier, de Víctor Hugo, de Merimée… Esa España inventada y soñada me resulta representativa y más deseable que la real. Lo cierto y lo chistoso del caso es que ahora siento y comprendo a España como algunos españoles estudiosos pueden sentir y comprender a China. Para mí, también España es un país y una cultura exóticos, infinitamente interesantes. Pero me siento más espectador que participante.

Yo lo he dejado bien probado en mi obra, que tiene mucho de crítica y condenatorio, a la vez que algo exaltante, misterioso e infinitamente atrayente. Esa España tópica y soñada por otros, que tanto me agrada y me divierte, también me ha hecho ver a España como un cuento chino, atrayente, exótica y misteriosa. Lo que quieran hacer y decir Zapatero, Rajoy y Rubalcaba, entra todo en el mismo saco de lo exótico, atrayente y misterioso. Ya se ve qué ventaja para los tres: ninguno pierde en el fondo, en el fondo, ya son parte de la leyenda. Tales y cuales cosas pasaban en «aquellos momentos», pero España sigue sendo exótica, violenta, extremosa, fanática, lírica, artística, graciosa, bajo situaciones de esplendor o de decadencia . Ya sabemos que hasta puede desaparecer, como todo muere en este mundo. Pero estoy seguro de que, si algo queda, será mas la leyenda que la verdad.