Literatura

Granada

Moriscos por César VIDAL

La Razón
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La Fundación Blas Infante, la Fundación Euroárabe y el PSOE han decidido apoyar una propuesta para otorgar el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a los descendientes de los moriscos. La peregrina iniciativa cuenta con el respaldo de abajo firmantes habituales como Goytisolo, Saramago o Tamayo. Deténgome en los moriscos. En 1568, corrió por Andalucía el rumor de que flotas de Argel y Fez habían llegado a varios puertos de Granada. Inmediatamente, se produjo una sublevación de los moriscos que se caracterizó por una crueldad y un ensañamiento indecibles. A las castraciones seguidas por el tormento que las moriscas ocasionaban a los españoles mutilados hasta hacerlos morir, se sumó el odio contra el clero. Al cura de Mairena lo llenaron de pólvora y lo prendieron fuego, mientras el vicario era enterrado hasta la cintura para acribillarlo a saetazos. En otros casos, se asesinaba sin piedad a hombres, mujeres y niños. A inicios del otoño de ese mismo año, Hernando de Valor, supuesto descendiente de los califas, se convirtió en «rey de los moros» con el nombre de Abén Humeya. La ceremonia fue seguida por la marcha de todos los moriscos de la Alpujarra contra Granada con la intención de tomarla. Durante los meses siguientes, España sufrió una verdadera orgía de violencia nacida del islam vencedor. Mientras se sucedían las profanaciones de los lugares de culto católico y las torturas de los cristianos, los moriscos abrían mezquitas. Sólo en 1570, las tropas españolas, al mando de don Juan de Austria, lograron imponerse sobre los sublevados. Aquella guerra iniciada por los moriscos fue el conflicto armado más terrible padecido en España desde el final de la Reconquista en 1492 hasta la invasión francesa de 1808. La expulsión de estos peligrosos enemigos se vio retrasada únicamente por los intereses económicos de algunas órdenes religiosas como los jesuitas o de algunos nobles que se lucraban con la actividad morisca, pero resultó inevitable en el s. XVII dada su ayuda descarada a los agresores islámicos. Al respecto, no deja de ser significativo que un personaje tan tolerante como Cervantes aplauda en la segunda parte del Quijote la expulsión de los moriscos aún reconociendo los dramas humanos individuales que pudieron producirse. Por triste que pareciera, España no podía permitirse tener en su seno una quinta columna islámica que ayudaba a algunos de sus peores enemigos. Hasta ahí la Historia, bien diferente de la de otros colectivos expulsados como los protestantes o, en mucho mayor medida, los judíos que, a diferencia de los moriscos, ni dañaban a España ni eran aliados de sus enemigos. Al fin y a la postre, en este apoyo a una absurda y extravagante iniciativa, lo único que queda de manifiesto es esa indigencia intelectual e histórica que caracteriza a la izquierda española. Es la misma izquierda que se siente satisfecha premiando a una jovenzuela patrocinada por entidades españolas y que no coloca la bandera de España o que firma contratos del Ejército con un teniente-coronel partidario de los referéndums independentistas o que no ha pensado ni siquiera por un instante que el Premio Príncipe de Asturias de la concordia lo merecen mil veces más las víctimas del terrorismo o los militares que combaten en las guerras que niega ZP. Bien pensado no es tan extraño que deseen premiar a aquellos que, aliados con el Islam, ansiaban la destrucción de España.